No hace falta ser un lince para saber que hoy día tenemos más información que nunca, hasta sobre cualquier nimiedad. No digamos ya sobre acontecimientos realmente importantes o meramente morbosos, como el juicio de Ana Julia Quezada, que está cubierto por 150 periodistas de 35 medios convencionales.
Además de los reporteros tradicionales, cualquiera puede convertirse actualmente en informador, por medio de Facebook, YouTube, WhatsApp, Messenger, Instagram, Linkedin,… y varios cientos de redes sociales. Con decirles que la que ocupa el puesto número 30 en el escalafón tiene 80 millones de usuarios está todo dicho.
Así que no tenemos información propiamente tal, sino que en realidad estamos anegados por ella. Y aun así no estamos bien informados en absoluto.
Por ejemplo, a pesar de los millones de noticias que hemos recibido sobre los infectados por la listeriosis, ¿sabemos de verdad cuáles son sus causas, sus síntomas y sus efectos sobre la salud? Eso, en el supuesto de que el informador no meta simplemente la pata, confundiendo lugares, hechos o personas, o simplemente ignorándolas.
Estos dos últimos días, al azar, he oído en televisión hablar de “cadáveres sin vida” —¿es que hay otro tipo de ellos?—, citar las provincias de “Castellón, Benicasim y Peñíscola”, en un totum revolutum geográfico, hablar de un presunto testigo presencial que explica tal cual que “me dijeron dos vecinas”… ¿Desde cuándo un testimonio de oídas es un testimonio presencial?
Así podríamos seguir indefinidamente. Y es que si todo el mundo llega a meter baza, la información se convierte en confusión, interpretación, manipulación, interés,… Y acabo con una anécdota personal: en un almuerzo, un amigo me rebatió una información que yo conocía de primera mano. “Eso no es así”, arguyó, y para eso echó mano de la inefable Wikipedia. “Pues sí” —acabó diciendo con cara de sorprendido—, en Wikipedia pone lo mismo que tú dices”.
Menos mal que en esta ocasión coincidimos la enciclopedia virtual y yo, porque se trataba de una biografía y mi amigo ignora que la mayor parte de las de Wikipedia son escritas por los propios interesados, sin un atisbo de crítica y con escamoteo de hechos inconvenientes para el personaje. Pero es que la mala información de hoy día es así.