¿Puede considerarse libre y legal el envenenamiento de las conciencias? El problema de la democracia al que nos enfrentamos, ante la vacuidad de los discursos, es que la partitocracia parece que está para decir lo que la gente desea escuchar. Lo que lógicamente es falso en la mayoría de las ocasiones, e incluso impracticable, pero sirve para crear corrientes de opinión y hablar del nosotros y vosotros sin que nos lleve a ninguna solución constructiva.
Como hijos del azar hay que aprender a lidiar con él, ya que los seres humanos no controlamos todo lo que nos sucede, aunque somos bastante dueños de nuestra respuesta ante el destino, normalmente. La manera de comportarnos frente a las circunstancias depende de nosotros, aunque a veces el margen de elección sea mínimo, pero aun así siempre podemos escoger, y siempre podemos decidir en el mejor sentido. Esta opción por ínfima que sea, es lo que nos hace libres dentro del caos. El bien y el mal están allí delante para que decidamos.
Conocido es que el idiota es inteligente, pero con frecuencia manda a la inteligencia de vacaciones, y parece que siempre que hablamos con él es cuando libra. También se sabe que los mentirosos tienen tanta fantasía que no tienen necesidad de que las cosas sean ciertas para explicarlas. Para el mentiroso sistemático tener imaginación es un derecho; pero pretender que los demás sean crédulos es un abuso.
Hoy por hoy parece que cuantos más individuos se juntan su nivel mental es más bajo. Pues es más fácil que se engañen pensando que tienen ideas propias, pero no las tienen. Al ciudadano honesto y con sentido común no hay ni habría que decirle que tiene responsabilidades por el hecho de serlo con su país, y con la defensa de sus instituciones, tradiciones e historia real. Eso sería la normalidad ciudadana. Pero también a su vez el Estado, y los que lo administran deben o deberían velar por la moral y la dignidad de todos los ciudadanos, además de todo lo que significa y lleva implícito la defensa de la unidad de nuestro país.
Parece que nos toca ahora asistir y aguantar a más de un mentiroso que intenta que seamos más crédulos de lo normal. Hace años un político de renombre que sigue brujuleando por aquí y por allá afirmaba que: “en política no sirve la lógica, todo es posible y aceptable dado que carecemos de principios y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas”... Mucho de a lo que estamos asistiendo cada día da que pensar. Se suceden las iniciativas que no tienen viso de salir adelante. Cada día nos inventan una para lavarnos el cerebro, y luego con la siguiente ya no sabemos si saldrá o no, nos olvidamos de la anterior. Pero parece que hacen, y al final no hacen nada. Evitar peldaños a la ignorancia y a la vulgaridad nos ahorraría resbalar por toda la escalera. Al final nos otorgan distracciones que no hacen más que abrir las compuertas a muchos abusos irrevocables e ignominias que aumentan nuestra indignación.