La gente e izquierdas de mi tiempo —en la que me integré para luchar contra el franquismo— eran personas austeras, orgullosas de los valores proletarios de la época: moral rigurosa, espíritu de sacrificio, capacidad de aguante, más preocupada por el futuro colectivo que por sus intereses personales inmediatos…
Los nuevos izquierdistas, qué quieren que les diga, son de otra pasta. Para empezar me he encontrado con mucho personal advenedizo, mucha gente mayor que lloró de pena cuando murió el dictador y que ahora —cuando tanto se habla de “Memoria Histórica” — reniega de su pasado o simplemente se le ha olvidado, como aquel Enric Marco, que llegó a presidir la Amical Mauthausen de prisioneros españoles en campos de concentración nazis y resulta que sólo era un impostor que vivió tan ricamente bajo el franquismo.
Sin llegar a tanto, muchos nuevos izquierdistas se han encontrado siéndolo por culpa de la moda, del adoctrinamiento, de que es lo chic…
Este personal advenedizo no comparte, por supuesto, los valores austeros y me atrevería a decir que hasta conservadores, sobre todo desde el punto de vista moral, de sus predecesores. Entonces, por ejemplo, las libertades sexuales de ahora eran consideradas oficial y oficiosamente por sus líderes como “aberraciones burguesas.
Pero es que hay más. Recientemente me he encontrado con gentes que dicen ser de izquierdas —y braman contra quienes no lo son— que defraudan el IVA en sus chapuzas como autónomos, que perciben dinero en “negro” para seguir beneficiándose del paro, que falsifican sus horas de trabajo, que cobran subvenciones por actividades que no realizan, etcétera, etcétera.
Se trata, pues, del personal más insolidario, y hasta reaccionario, de todo el sistema solar. Y, sobre todo, se trata de gente que da lecciones de comportamiento a los demás y les acusa de ser ellos los autores de todas las perversiones que impiden el progreso social.
Ya me dirán.