En estos días aciagos en los que estamos inmersos, no más infaustos que los que vivimos desde ya hace demasiados años, pero sí más claramente dolorosos, me siento avergonzado de mi España, del nivel de ponzoña moral, intelectual, social y política que hemos alcanzado.

No, no es un problema que gobierne el Sr. Sánchez, ni que el Sr. Iglesias le apoye, como no lo es que el Sr. Casado no salga a realizar declaraciones, ni que el Sr. Rivera se marche un poquito, ni que el Sr. Abascal no sea capaz de apaciguar su discurso, el problema es que no hay uno que dé la talla intelectual, moral, política, de defender España por encima de sus intereses personales o políticos.

El problema es que la mentira es el arma o instrumento habitual de la política, a la que se dedican los menos preparados pero los más arteros, que la crispación se utiliza, por unos y otros, para que sirva de cubierta de los ojos del “perrito sin alma” al que se anestesia con la pasión que le impide ver el latrocinio al que nos someten.

El problema es que tenemos una sociedad carente de valores, ocupada de la Tablet, del inglés, de muchos títulos, pero muy poca preparación, poco interés por el pasado, el presente y el futuro y obsesionada con el culto al cuerpo, al sexo y al onanismo físico y mental, que se deja manipular por desgarramantas mononeuronales que les inoculan el odio al varón, la lucha de sexos, la manipulación interesada del pasado, la mirada permanente al ombligo y, sobre todo, el culto al dinero y al placer.

Tenemos la clase dirigente más inconsistente, mentirosa, ladina, tahúr y falsaria de la historia moderna de España, peor incluso que la existente (y ya me parecía difícil) en la Segunda República, pero no es más que el reflejo de una sociedad enfermada.

Ese desarrollo de las posturas gratificantes inmediatas, han llevado, a lo largo de la historia, a la destrucción de la sociedad que padecía la misma, perdiendo el valor del esfuerzo, la preparación, la honradez, la humildad, la seriedad y la palabra como ennoblecedora, de forma que la desidia, la pereza, la falta de esfuerzo, la vanidad, debilitan el tejido social y se deja caer.

Necesitamos revalorar o repotenciar los valores sociales democráticos desde la seriedad, la tranquilidad, el sosiego, la preparación, el esfuerzo y, con ello, honrar la sociedad, para hacerlo con la política como actividad honorable, dignificante y dignificadora de aquel que la desarrolla en servicio de los demás.

Claro que nos ha robado el PP, desviando fondos de las empresas al partido o a sus dirigentes. Por supuesto que nos está robando el PSOE hurtándoselo a los parados y trabajadores, que lo hace Cs, Podemos y VOX con ganapanes que no han desarrollado un trabajo en su vida profesional y que buscan en la política, en la mentira, en el odio, el pan que no han sabido ganar en la vida privada.

Necesitamos partidos, políticos y personas que demuestren su honradez, su “mochila” y su dedicación al servicio público y, por eso, en D.L.P. (ya sé que no te suena, pero ya te sonará) una de las exigencias -deberían de exigirlo todos- es que a la política se dediquen personas que demuestren una vida laboral anterior real.

Sin gritos, sin dar un paso atrás, con seriedad, paciencia, humildad, tranquilidad y despacio, sin crispación, pero sin renunciar a nada -justo lo contrario que los demás- trabajemos para hacer y demostrar que se puede hacer política de otro modo, de otras formas, sirviendo sin servirse.