Se dice que vamos hacia el primer Gobierno de coalición en más de cuarenta años de democracia. Y no es así. En ese tiempo ha habido numerosos Gobiernos regionales pactados entre partidos diferentes, empezando por los de Euskadi y Cataluña. Así que las razones que se arguyen para su dificultad ni son exclusivas de ahora ni han supuesto tantos traumas en el pasado.
Lo peculiar en este momento, lo distintivo, es que se trata de un Gobierno hecho de resquemores y de contradicciones, más por conveniencia de los interesados que por generosidad hacia sus oponentes, más por desconfianza entre los socios y demás partícipes, que por coincidencia en un proyecto hecho a base de componendas y chanchullos.
Sí hay, con todo, puntos comunes entre los aspirantes a la investidura de Pedro Sánchez. El primero, la conveniencia de todos ellos en que tal hecho se produzca. La del aspirante, resulta obvia: ser Presidente a cualquier precio, demostrando más apego a su cargo que a los intereses generales de su país. También se explica la de sus socios, dispuestos a poner al país patas arriba mientras disfrutan de unas poltronas con las que nunca llegaron a soñar.
¿Y los demás comparsas de este sainete? Pues a ver quién puede sacar más y mejor tajada, desde el reconocimiento internacional de Euskadi y permitir meter mano al PNV en los asuntos de Navarra, hasta las compensaciones pecuniarias a regionalismos varios. Y no digamos ya de ERC, que obtiene para Cataluña rango negociador de Estado y un referéndum exclusivo, mientras sigue manteniendo la exigencia absoluta de independencia y consecuente destrucción de España.
Esto, en cuanto a la conveniencia de todos los involucrados en la investidura. Pero hay también otro punto en común: el de la desconfianza de todos respecto a todos los demás. Las diatribas, insultos y descalificaciones que se han lanzado unos a otros cuando aún no se necesitaban así lo presagian. O sea, que las zancadillas, intrigas, traiciones y mentiras más allá de los acuerdos firmados y que no tienen por qué cumplirse pueden jalonar una legislatura esperpéntica y hasta estrafalaria.