Mi aplauso para el colegio Teresianas de Salamanca y sus docentes
“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”.
19 de marzo de 2020.
(5º día de reclusión)
Me siento una persona afortunada, por variadas razones: buena salud individual, que se extiende, en general, a las personas más allegadas; una familia unida; posición económica sin agobios, acorde con eso que se conoce como ‘sufrida clase media’; trabajo más o menos estable, porque en esta vida nada hay seguro, como nos está demostrando este apocalipsis del coronavirus, etc.
En estos momentos difíciles, la naturaleza digital de nuestra empresa también nos ha permitido aplicar el teletrabajo al 100%, que es otra gran ventaja, no solo para mantener la productividad a pesar de las circunstancias, sino también para preservar mejor la salud de los trabajadores.
Somos cuatro en la familia y, de momento, estamos llevando bastante bien la reclusión. Mi esposa es funcionaria. En su institución se ha establecido un turno de guardias, de manera que esta semana no tiene obligación de asistir presencialmente al trabajo y, en consecuencia, cumple igualmente el confinamiento domiciliario.
Cristina tiene 18 años y cursa primero de Derecho. La suspensión de clases le ha venido bien, en parte, porque así dispone de más tiempo para preparar los exámenes que tenía fijados para finales de este mes. Ya veremos si al final se cumplen los plazos o los posponen, que es lo que se barrunta.
Hay que decir, sin embargo, que algunos de sus profesores conectan telemáticamente con todos los alumnos e imparten clases virtuales aprovechando las herramientas tecnológicas de las que disponemos hoy en día, en particular esas maravillosas herramientas gratuitas que ofrece Google y que en la actual situación se están demostrando tan útiles: Classroom, Meet, etc.
Ayer tarde tuvieron la última videoconferencia en la asignatura de Derecho Penal. El escenario es muy diferente, claro, más desenfadado, como corresponde al ambiente del hogar. Mi hija comentaba con una sonrisa que en algunos momentos se veía al marido de la profesora por detrás “preparándose un café”. Es comprensible y humano.
Carlos, que ha cumplido recientemente 16 años, estudia 4º de ESO en el colegio Teresianas de Salamanca. En un principio, nuestro mayor temor era que este tiempo de ausencia de clases presenciales conllevara una ruptura de su ritmo diario de trabajo.
Pero nuestra sorpresa ha sido grande, porque está siendo lo contrario. A las 8,15 se conecta a internet y cada clase se desarrolla telemáticamente con toda naturalidad, con el profesor explicando la materia a todos los alumnos mediante videoconferencia. Los profesores explican el tema como si la clase fuera presencial y luego envían los deberes a los alumnos a través de la aplicación Classroom, los alumnos los realizan y se los devuelven escaneados o fotografiados.
Vamos, que el ritmo escolar no solo no se ha interrumpido, sino que incluso se ha intensificado gracias a internet.
Además, el sistema tiene una ventaja añadida, porque obliga al alumno a manejarse con naturalidad en un ordenador y a utilizar programas tan útiles como Word, pdf, Movie Maker, etc. Todos sabemos que los adolescentes se cierran en el uso de la Wii y el móvil, limitándose a deslizar los dedos de un lado a otro continuamente, y se olvidan del ordenador.
Otra característica de los adolescentes es que prácticamente no ven la televisión. Acceden a cualquier producto audiovisual siempre a través del Internet.
Aprovecho la ocasión para aplaudir la excelente manera en que el colegio Teresianas de Salamanca está sorteando el parón en la educación, el nivel telemático de sus docentes y su esfuerzo para que los alumnos no pierdan ni un minuto de formación por causa del coronavirus. Mi más sincera felicitación para todos ellos.
En cuanto a mí, el teletrabajo es una herramienta habitual en mi vida desde hace muchísimos años, con lo cual lo de trabajar en casa forma parte de la normalidad.
Así, con esta disciplina laboral, la mañana transcurre para todos nosotros de manera rápida, sin tiempo para ninguna otra cosa que resolver las ocupaciones del día a día.
Tras el almuerzo, la tarde resulta más relajada, aunque las ocupaciones prosiguen a partir de las 17,00, estudiando, realizando deberes o resolviendo cuestiones laborales. Esto me hace ser optimista. Creo que llevaremos bastante bien el encierro. Mi deseo es que a todas las familias les suceda lo mismo. Como aconsejan los expertos: son muy importantes los horarios y las rutinas, hay muchas cosas que hacer en casa y desde casa y no debemos relajarnos y dejarlas para otro día.
Mientras escribo, me llegan las noticias del día sobre el coronavirus: el aislamiento de un pueblo de Salamanca, La Zarza de Pumareda, por el fallecimiento de una persona a causa del coronavirus, o la inquietud que hay en las residencias de ancianos de todo el país.
De verdad, parece mentira que a ninguna autoridad sanitaria, a ningún político con capacidad de decisión, sabiendo la vulnerabilidad de este colectivo, se le ocurriera hace un mes poner en marcha medidas drásticas para preservar la salud de nuestros ancianos en las residencias. De hecho, las primeras medidas se tomaron antes de ayer. Me parece inconcebible, de vergüenza. ¿Acaso no sabían lo que estaba pasando en China?
De ahí el título de mi diario de ayer. Ahora no toca, ya habrá tiempo de ajustar cuentas con quien corresponda. Porque muchas autoridades tendrán que responder ante los ciudadanos por sus manifiestas negligencias.