"Aló presidente" Sánchez
Aunque algunos han hecho referencia al general De Gaulle cuando en los años sesenta se presentaba ante los franceses para levantar la moral patriótica, el comportamiento del presidente Sánchez, sus comparecencias ante la opinión pública para "informar" sobre el coronavirus se parecen mucho más a las del presidente venezolano Chaves, que durante cerca de quince años utilizaba los medios de televisión públicos para dirigirse a sus ciudadanos. En principio, Chaves atendía llamadas telefónicas de ciudadanos para conversar en vivo con el presidente. Al poco tiempo, las llamadas se suspendieron y el presidente se explayaba sin límites: cada comparecencia del presidente en la televisión duraba una media de seis horas. Puro intervencionismo gubernamental en los medios de comunicación públicos.
Sánchez no ha llegado a tanto, aunque, en esta ocasión, tiene a su disposición no solo los medios públicos sino "todos" los medios. Y este presidente que ha estado meses rehuyendo las ruedas de prensa o las comparecencias públicas, lleva, si no me equivoco, cinco en unos pocos días. Y la ocasión lo merece. Pero lo que hay que pedirle es que cuando interviene sea para anunciar algo, no para hacer propaganda o para repetir lo que ya han dicho los técnicos cualificados que comparecen cada día en las televisiones y en las radios, además de las comparecencias de los ministros del Comité de Crisis, que por cierto no se llama así oficialmente. La expectación que provoca el anuncio de sus intervenciones se diluye en ocasiones, como la del sábado, cuando no dice absolutamente nada que no se supiera y ni siquiera anuncia que iba a proponer, como era de esperar, la prolongación de este confinamiento durante otros quince días.
Y por si esto no fuera suficiente, estas "ruedas de prensa" --como otras, no solo suyas-- se hacen sin la presencia de los periodistas --que podrían estar allí, con medidas de precaución o, incluso, en una sala anexa-- sino que las preguntas son adecuadamente filtradas por el secretario de Estado de Comunicación. Y, curiosamente, casi ninguna pone en aprietos al presidente ni le obliga a hacer autocrítica o a reconocer errores de su Gobierno o de algunos de sus vicepresidentes o ministros. Por ejemplo, por qué el propio presidente o el vicepresidente Iglesias se saltaron la cuarentena. O si como dijo el ministro Pedro Duque, seguramente sin ser consciente de lo que decía, "a primeros de febrero, el Gobierno ya sabía que el coronavirus era un problema muy grave", por qué no hizo nada hasta casi mediados de marzo.
Es muy posible que sus asesores le hayan dicho a Sánchez que esas intervenciones --sin preguntas en directo, sin réplicas posibles de los líderes políticos, con el Parlamento adormecido y con el líder de la oposición en casi total silencio, en una posición de apoyo leal-- podían ser la gran ocasión para darle una aureola de hombre cercano, próximo, preocupado por sus conciudadanos, que soluciona los problemas de todos, que solo es responsable de los aciertos y nunca de los errores. Un gran hombre de Estado. Pero como siga compareciendo para no decir nada, los españoles van a salir en manada a la calle para no oírle más.