El otro día, en uno de esos grupos de WhatsApp de los amigos, uno de ellos (Chema) textualmente puso: “No deberíamos estar tan centrados en la crítica política, sino en cómo reinventar nuestro modelo productivo y de consumo. Es la hora de las oportunidades para los más creativos, y del trabajo duro para los más vagos. El reto de la cuarentena es aprovechar este tiempo muerto para pensar lo que haremos después... No tiene sentido tanto lloriqueo político, los políticos no te arreglan la vida, nos la tenemos que arreglar cada uno. Por mi parte, yo llevo una semana dándole vueltas a la cabeza para ver cómo puedo convertir una catástrofe en una oportunidad…”               Sinceramente,me parece uno de los planteamientos más lúcidos y certeros que he podido observar en estos días.



En su momento, pediremos las responsabilidades de los políticos por engañarnos, por no tomar las medidas oportunas, por no actuar con seriedad, por causarnos daños personales y económicos por acción u omisión, que no lo duden, que no piensen que se nos olvidará.



En su momento, exigiremos que los políticos actuales se reduzcan en número y se apliquen criterios de austeridad política; pero, igualmente, se exigirá al político una demostrada profesionalidad, de alta calidad, y una moralidad fuera de toda duda, no nos valdrá cualquier mindundi con un par de títulos regalados y ansioso de poder.



En su momento, haremos muchas cosas revisando lo que nos ha hecho llegar a este punto de crisis sanitaria, social, económica y moral; pero, para ello, estoy con Chema, es el momento de reinventarnos, de estudiar el modo de redefinirnos, personal y colectivamente, de trabajar de otro modo, de apretar los dientes y mirar al futuro para salir adelante, como si en un desierto pretendiésemos alcanzar el oasis en el que comenzar una vida nueva; de, con seriedad, rigor y fuerza, construir una sociedad en la que los valores del esfuerzo, el trabajo y la honradez sean premiados frente a la vacuidad actual.



Si somos capaces de desarrollar esas nuevas vías de producción y trabajo, así como de reconstrucción de la economía, veremos, en el futuro, una situación digna de ser considerada como una buena herencia. De otro modo, si continuamos con este tipo de clase política, con este modelo económico y con estos valores sociales, el futuro no existirá, la herencia será una ruina objeto de renuncia por parte de los herederos.



Tenemos que ser capaces de aunar la libertad del individuo y del mercado con unos servicios públicos dentro de los más altos estándares de calidad, no valdrá una simple economía de mercado que desdeñe al individuo; pero, menos aún, una obsesión intervencionista y dirigista de las vidas de los ciudadanos. Debemos de centrar en nuestras vidas en el ser humano, su libertad, su capacidad de decisión, el valor del esfuerzo y capacidad, pero también hemos de dotar a la sociedad de unos fundamentos morales que defiendan al individuo, desde su nacimiento hasta su muerte, con la máxima calidad de vida posible. Y, para ello, es preciso que la sociedad se dote de unos principios sociales indiscutidos e indiscutiblesy, en ese marco, desarrollar un nuevo modelo de negocios, de producción, de trabajo y de economía, que recupere los valores más sólidos que han permitido el desarrollo de la sociedad y avance en aquellos nuevos que permitan una sociedad libre y solidaria, así como el progreso del ser humano.



Sin miedo, que nos paraliza, nos impide desarrollarnos y nos limita, pero con toda la información, conscientes de la realidad, con la posibilidad de evaluar con datos ciertos lo que nos rodea para, de forma positiva, pero veraz, avanzar con firmeza.