Desde hace años mi madre me dice que vivimos peor que en guerra, que las mujeres de hoy no son felices pues cuando era pequeña todas cantaban en los balcones las canciones de moda, canciones españolas, que ayudaban a estar a todos felices pese a las penurias de la posguerra... Los niños jugábamos pensando en que un día nos tocaría a nosotros ir a la guerra. Los que vivíamos en antigua zona de combates jugábamos a las canicas mientras desenterrábamos balas, bombas, granadas, cascos... en el patio del colegio, en la calle, en el huerto de nuestros padres y no nos asustábamos. Nos asustaba más la regla de madera del maestro o profesor, el no hacer los deberes o no saberse de memoria la lección. Recibíamos entrenamiento paramilitar en el colegio, en los campamentos y leíamos con pasión historias y leyendas de la historia de España. Ya desde pequeños mirábamos al futuro con tristeza pues España llevaba en guerra desde hacía más de mil años por lo que todo el mundo vivía con alegría el presente. Había bailes y fiestas por mil escusas y si no se inventaban. Intentábamos reirnos. Ahora a nuestra edad miramos con pesadumbre como una mosca puede atacar a un niño y hasta lo puede llevar al psiquiatra...
Cada día hay más personas que no desconectan, que no dejan de ser causa de sufrimiento para sí mismos y para los que los rodean... Los problemas, el pasado, los agravios, la ansiedad, la culpa, el trabajo, no les dejan empatizar con otros seres humanos y con la naturaleza. También hay muchas personas incapaces con estudios o no que ocupan puestos relevantes de los que dependen muchas personas. Hasta ahora los subordinados les hacían el trabajo pero la pandemia los ha dejado con el culo al aire.
Lo peor es cuando en ese círculo de cobardes y palurdos entra la política, y confundidos o no, unos se consideran republicanos por agravio comparativo o no, otros se creen progresistas o demócratas que en pocas palabras son muchos de los que no han abierto un libro de pensamiento o de ciencias políticas en su vida o no y muchos más los que no han sufrido la transición y el terrorismo. Son víctimas cotidianas de sus pensamientos negativos y adictivos además de su ignorancia.
Todos vivimos el ahora, el presente, sin duda, pero algunos no se dan cuenta y siempre llevan el lastre del pasado, muchas veces inexistente en cuanto a ellos mismos, y en sus acciones y aun peor el lastre de un futuro inexistente. En realidad la vida se desarrolla en el ahora y sin él no se puede aprender. En nuestro ahora tenemos una pandemia mal gestionada porque se ha puesto a la política por delante de las personas. Vivamos el presente con el respeto y la alegría que merece porque también es un poco o todo el nuestro. Penoso es que en estos casos los gobiernos se echen la culpa unos a otros. Que se hable de economía y de austeridad y no se procure más que el bien común que todos nos merecemos. Que de seguro gusta a la mayoría que somos los partidarios de nuestra Constitución y nuestro sistema de Estado. Porque tener ese recuerdo como Español sería importante, y también es, sin lugar a dudas, una manera de hacer país y conciencia de Estado.
Hagámonos concientes del ahora. En el futuro hay esperanza, mientras que el pasado ya fue. De acuerdo que todos somos producto del pasado, del presente y de ese futuro en el que tenemos esperanzas, pero cuando tomamos conciencia del presente, las viejas estructuras de nuestra mente dejan de aprisionarnos y surge un estado de presencia en el que nos sentimos más libres o ligeros para acometer nuestras tareas. Es en ese momento cuando el pasado y el futuro los convertimos en nuestros amigos y no en nuestros enemigos. Cuando vivimos sintiendo el ahora damos paz a los que nos rodean, y sentimos nuestro verdadero Yo, además de crecer como seres humanos. Es la única manera de avanzar.