Porque “prisión” es encerrarte en casa con la parienta, y sometido a todas horas a escuchar los boletines de las radios y televisiones para conocer las estadísticas del coronavirus maldito.
Y de vez en cuando las eternas sesiones del presidente Sánchez en las teles, además del vice de la cosa social que aprovechan ambos para endilgarnos unos mítines de aquí te espero.
Menos mal que cada tarde salgo al balcón para aplaudir a todos los sacrificados que velan por nosotros… y las caceroladas dedicadas a la clase política gobernante, que de ambas cosas me doy por aludido. Al menos te entretienes, y a la vez te da la brisa de Castilla, salvo cuando viene el jodío viento de Burgos que te deja tieso.
Y a todo esto en vísperas de Jueves Santo, donde el súper del barrio se ha declarado en festivo, y hasta el sábado no habrá compras. No es por mí, que tan sólo he salido un día para ir al banco y otro a la farmacia, donde mis simpáticas y amables boticarias me facilitaron silodosina, omeprazol, simvastatina y paracetamol para otros quince días.
Es lo que tiene la edad. Pero mientras no nos entre la cosa del virus hay que dar gracias.
Menos mal que está el celular, que dirían los hispanoamericanos, donde puedes recibir y enviar los cientos de gansadas que entre unos y otros intercambiamos con el wasp para ir achicando el tiempo. Y el ordenador. Y el correo electrónico. ¡Qué maravilla!
A veces pienso en Cervantes, y en los clásicos, quién hubiera escrito tres Quijotes y miles de obras teatrales con los medios actuales. Pero no es poco hacer toda la obra a pluma y tintero…
Qué asedio, volviendo al confinamiento. Nos tienen fritos, hartos. Sobre todo la clase política, que aprovechan cualquier ocasión para lanzarnos las soflamas. Y hay gente que hasta les gusta. Masoquismo se llama esa cosa.
Y las teles. Ahora, ya acostumbrados, lo vamos sobrellevando algo mejor porque ha bajado la mortandad. Me refiero a la aparición de los portavoces del Comité Científico Técnico Covid-19, que el Gobierno creó siete días después de que se declarara el Estado de Alarma y cincuenta días más tarde de la declaración de alerta de la Organización Mundial de la Salud (OMS)…
Pero, sin duda, es una pesadilla ver y oír cada día a los portavoces del citado Comité contando los pormenores de lo que ocurre en torno a la pandemia que nos invade. Ahora, como digo, más esperanzados porque se van rebajando las cifras en uno y en otro concepto.
Ellos, los representantes, son profesionales y, obviamente, se deben a la disciplina y a las órdenes que dimanan del Gobierno. Pero, a mi juicio, si en Moncloa existiera un gabinete de comunicación como es debido, las cosas se hubieran hecho de otro modo, con más transparencia, con más eficacia y menos parafernalia.
Porque ya me dirán que una sala de prensa, donde no hay prensa, (por mor del contagio) qué se puede decir a la prensa, si además las preguntas tienen que ir filtradas y no las admiten a una buena parte de los medios de comunicación. Se ha lucido el Secretario de Estado de la cosa.
En fin, estamos en Semana Santa. Tengamos la fiesta en paz y a seguir en esta “prisión” que nos toca vivir. Recemos por todos los que se han ido, por los que aún quedan y por nosotros. Y palmas para los que velan por nuestro bienestar.