La “externalización” del Ejército
A todos los gobiernos desde que desapareció el servicio militar obligatorio (conocido vulgarmente como “la mili”) el mando militar les advirtió de la mala situación del Ejército, porque se estaban desmantelando unidades y sacrificando tanto a soldados como al material en misiones humanitarias.
Se llamaron “andana” entre otras razones porque no querían “dejar vivo” (léase operativo) a quien en un momento determinado podía poner “pie en pared” a sus desmanes. Ante la situación política que padecemos muchos españoles se preguntan:
¿Dónde está el Ejército?
Y la contestación es: Está ahí, aunque con una operatividad muy mermada, debido a los recortes en todos los sentidos: reducción drástica de plantillas, externalización de la enseñanza militar y de la seguridad militar, sin cuarteles que los políticos reconvirtieron en oficinas para su colosal burocracia, sin hospitales ni farmacias militares que ahora se han echado de menos por su necesidad imperiosa. Ejército que ha paliado su precariedad con esfuerzo poniendo su UME a trabajar con toda intensidad y efectividad, cumpliendo con su deber y obedeciendo hasta morir en cumplimiento de su Doctrina. Gracias a que, (sin conozcamos la causa) se mantuvo operativa una mínima Sanidad Militar para Campaña y Operaciones que tan efectiva ha sido ahora para la lucha contra el COVID 19.
Un Ejército que los gobiernos de turno no solo no ha prestigiado, sino que no le han defendido cuando el independentismo ha tratado de echarle de los territorios españoles que éste reivindica.
Ahora le añoran como única tabla de salvación para luchar contra la pandemia y el desgobierno imperante, para que cuando estos graves problemas pasen a la historia, volver a denostarle, negarle el material de defensa moderno y entretenerle en misiones humanitarias más propias de ONG fuertemente subvencionadas.
Pero esta externalización viene de atrás pues vean los que un servidor de ustedes reflejó en su diario treinta años atrás:
¿Autosuficiencia o deformación profesional en aquellas personas, hoy dirigentes máximos, y, que aunque antes formaron parte de las FFAA nunca llegaron a integrarse en ellas?
Porque dentro de los denominados, ahora, Cuerpos Comunes y antes, Servicios, unos viven sus servidumbres con acciones incluso atribuibles a las Armas, mientras que otros, “pasan” por la milicia como el Espíritu Santo cuando se encarnó en la Virgen María, “sin manchar y menos desgastar el uniforme”.
Me refiero a aquellos cuerpos de “relumbrón” (Jurídicos e Interventores) que, aparte de durante años ganar un empleo de salida de la Academia Militar -en una discriminación flagrante del resto de los Servicios- ocupaban destinos únicamente en las Capitanías Generales, porque al parecer, en una clara utopía, no eran necesarios más que para misiones importantísimas relacionadas con la justicia (que a veces habían de hacer las Armas y otros Servicios) y la intervención (en esta si con absoluta autonomía), mientras que los otros cuerpos de “alambrada” están presentes y “pringan” como el que más, en cualquier unidad por insignificante que aparentemente sea.
Cuerpos, estos últimos que, aunque muchas veces denostados por las Armas, consecuencia de su convivencia, tienen en sus filas personal que conoce -por haberla vivido intensamente- la milicia y, que por ello nunca tomarían decisiones que pudieran cuestionar y menos denostar, la realidad y misión del Ejército
La “externalización de servicios” en frase no muy afortunada del “manda huevos” -ministro bautismal del despropósito- es una continuación más en esa carrera para quitaesenciar la autonomía del Ejército.
Comenzó hace una década con la contratación de servicios civiles para limpieza y burocracia, que lo que crearon fue una serie de conflictos -derivados de las reivindicaciones laborales-, entre los mandos militares y los enlaces sindicales, cuando todavía está por ver si estos servicios seguirían realizando sus misiones en las trincheras o en las primeras líneas de combate.
Hubo unos momentos que activistas comenzaron a subirse por los andamios sobre los que se trabajaba para rehabilitar una Academia Militar. Una vez arriba del todo se encadenaron. El mando de dicha institución no actuó con la contundencia debida. Demostró incompetencia, debilidad, que no prudencia.
Creo que ahí, el Ejército en general perdió sus colonias.
Quedó una cosa clara: Si el Ejército no es capaz de defender por si solo, un edificio emblemático, ¿No creen ustedes, señores dirigentes, que el pueblo dudará de su eficiencia para defender la Nación?
¿Tan frágiles de moral son los cadetes y soldados profesionales actuales como para “afectarse de frustración” al tener que hacer guardia, cuando los demás hemos pasado por ese, entonces, HONOR que nos hacía sentirnos dignos de aumentar nuestra moral de utilidad?
La verdad es que resulta difícil de entender esta postura, pues si ahora la “misión sagrada de defender la patria” han de realizarla guardias jurados formados prácticamente en un cursillo acelerado de fin de semana, impartido en su mayoría por militares en la reserva transitoria, ¡APAGA Y VÁMONOS! Que “para estos cestos no son necesarios los mimbres” de un ejército, ahora convertido en profesional con el inconveniente adicional de un elevadísimo coste.
O ¿es que la verdadera razón está en que la profesionalización conlleva el tener que pagar, aparte del sueldo estipulado, los servicios que se hagan fuera del horario laboral? Y además ¿el derecho al correspondiente descanso derivado de las horas trabajadas a mayores?
Total que, con un poco de suerte, tendremos guardias jurados dependientes de una empresa que se embolsará pingües beneficios, para evitar que los soldados “profesionales en emolumentos” estuvieran un día en el cuartel y dos en sus casas descansando, “tan ricamente” del esfuerzo de una guardia.
Alguien dijo la frase de “zapatero a tus zapatos” sin que la faltara razón en su apreciación, pues reconocía que difícilmente un zapatero hubiera de defender un acuartelamiento, posición o nación según la necesidad derivada, cuando para eso estaban los soldados (persona que sirve en el ejército) y que cuando estaba de guardia gozaba de la prerrogativa de defender su posición a toda costa sin responsabilidad alguna ante el mal causado a quien osara apropiarse de lo que le habían encomendado defender, pero ¿goza el guardia jurado de la misma prerrogativa?
¿No creen, señores dirigentes, que se está dotando de armas a muchas personas que no sé si tendrán que pasar por la frustrante prueba del test psicológico a que ahora son sometidos los militares profesionales que pasan a la reserva y desean conservar su arma de autodefensa, tras haber demostrado durante más de treinta y tres años de servicio su competencia profesional?
Esperemos que un día no haya que lamentarse de esta decisión.
¡De estos lodos vienen estos barros que ahora padece nuestro Ejército! que los políticos con los nombramientos de sus Ministros y Ministras de Defensa civiles propiciaron y maniataron.
Y ahora al Ejército no le queda otra opción que OBEDECER al poder político establecido.