Cuando a uno lo tratan por mentiroso, lo peor que puedes hacer para defenderte es reírte del que te acusa, no hay peor signo de debilidad que la risa floja. Cuando mientes lo peor que puedes hacer es reírte, es síntoma de que no te cree lo que estás diciendo. Al final, suele pasar que, quien ríe el ultimo ríe más fuerte.
Y para muestra la actuación circense de ayer del ministro de ciencia y del portavoz oficial de la pandemia, entre risas indicando a los más pequeños como ponerse una mascarilla, esas que no hace mucho decían no hacer falta.
Y menos mal que no es una de las casi 200.000 que por deficientes han tenido que devolver, después de que hayan sido usadas por sanitarios.
A ver, que no son a los pequeños a los que tenéis que convencer para que no os lleven a los tribunales, son a los mayores (a los que vuestras actuaciones, cada día que pasa encolerizan más) a los que tenéis que gustar y eso cada día que pasa es más difícil.
Decía Sánchez Castejón: “que esto del Covid19 es como una guerra” y no le falta razón, pero no es una guerra al uso, guerra de -por Pablo Iglesias odiados- uniformes militares sobre los que se han grabado a sangre y fuego batallas épicas de la historia de nuestro país, no es esta la guerra en la que puedan esconder este gobierno su responsabilidad por la gestión del Covid19.
Puede ser la guerra que se está grabando sobre las batas blancas de la sanidad, me da igual publica que privada, cada una está librando la suya en el campo que mejor se mueve, puede moverse o le dejan moverse “lo puede explicar muy bien Carmen Calvo”. En esta tampoco puede esconder el gobierno de Pedro Sánchez su responsabilidad, aquí más si cabe, hunden su poco prestigio y de remate nos hunden a los ciudadanos, porque estan jugando con aquellos que nos pueden extraer de las garras del bicho.
No, tampoco es esa guerra, en ambos casos son víctimas propiciatorias, lo que alguien llamó daños colaterales. Unos por ninguneo, “calificarlos de gastos superfluos” es un duro revés en el orgullo que siente un militar de hacer el trabajo que hace en beneficio de su país.
Los otros, las batas blancas, lanzados a la primera linea de fuego sin defensa alguna y como escudo su conocimiento para hacer en precario, elementos de protección personal, un riesgo asumido por su esfuerzo, su innegable dedicación y en ambos casos por su deber. Y no me cansaré de repetir el agradecimiento hacia todos aquellos que de alguna manera han puesto su vida en juego por salvar o prestar un servicio a este país en este periodo de tiempo.
Pero la política no suele tener un solo campo de batalla, es una actividad pluri-bélica, la verdadera guerra de la que habla Sánchez Castejón, la que indica el alcance de su responsabilidad, es una batalla en política, clásica, necesaria si quieres convencer, se trata de la batalla de imagen, batalla de cifras, aquí cuanto menos sumen mejor imagen, se trata de no sumar infectados y víctimas mortales, muertos, fallecidos; como si un solo fallecido ya hubiese sido bueno.
Paradójicamente la historia nos enseña que “suelen ser estas cifras y estas batallas los que más cadáveres dejan por el camino” Ya me entienden. ¿Hay que rememorar para acordarnos?
Que nos han mentido sobre el número real de víctimas, de eso no hay duda, la decisión del TSJ de Castilla La Mancha de aumentar ese número en un 70 % puede ser indicativo del mortal error aritmético, o no.
A todo esto, se suma la decisión del TSJ de Castilla y León que ha dictado esta semana un acuerdo en el que ordena a los encargados de los registros civiles de dicha autonomía cuantificar todas las muertes por coronavirus, incluyendo las que pueden ser sospechosas de deberse a la pandemia. Curarse en salud ante la presumible avalancha de querellas reclamando la certificación del fallecido a causa del coronavirus.
Hace casi dos semanas dije en Twitter que las estadisticas estan para algo, con márgenes de error, el número aproximado de fallecidos a causa de esta pandemia se extraerá de contabilizar la media de fallecidos en los dos años naturales anteriores que se deberá restar a los fallecidos durante el periodo de la pandemia, por que llegará un día en el que la OMS determine el fin de la misma y ese deberá ser el momento de sacar números y rendir cuentas.
Y es que, desde el primer momento ese fue el objetivo del gobierno, esconder números; tanto es así que el primer fallecido por coronavirus lo escondió el gobierno durante unos días
Pero lo más pavoroso, lo más grave es, la intencionalidad -que se ve a simple vista de la gestión que se ha realizado con la compra de los famosos test, -medio de control-comprar y recomprar a la misma empresa test deficientes, nadie en su sano juicio volvería a comprar a la misma empresa que te ha engañado, salvo que realmente quieras que te vuelvan a engañar”.
La aparición de un mediador del que el Ministro Illa no quiere dar el nombre profundiza aún más la sospecha, ya saben: “si me engañan una vez no es culpa mía, pero si me engañan dos, si lo es”. Pero no bastando, presumiendo de que es España el país que más test ha hecho, pues eso es mentira, o bulo como le gusta calificar a este gobierno toda aquella información que rompe el mensaje oficial.
El problema viene cuando esos test no son solo un elemento de control para saber quién está infectado y cuál es su número, sino que, sirve también, para determinar de qué está afectado un paciente. Recordamos que ante una posible responsabilidad civil del estado esta prueba es primordial para reclamar. Aunque vista la chapuza, a este país que le gusta dar café para todos será eso, café para todos; debemos recordar que sólo se hacen autopsias si la muerte ha sido violenta por lo que entraría en este bombo todos los fallecidos, todos. Dejando a familias enteras en una permanente duda.
Pero continuando con lo anterior, un test no sirve solo para determinar la posible enfermedad y lógicamente el pronto tratamiento a aplicar, sirve para establecer un control del infectado para que no infecte a nadie, y con todo ello, ya no estamos ante un problema menor de estadística, sino que, estamos ante muchos fallecidos e infectados y lógicamente una exponencial subida de más fallecidos y me pregunto ¿a sabiendas? Y afirmo “éstos si son responsabilidad directa del gobierno”.
Y sigo preguntando ¿esto se hace solo o se necesita de la colaboración de más personas? Eso que ahora es una sospecha, una terrible sospecha, debe ser objeto de investigación por que, visto el historial chapucero de este gobierno la sospecha se vuelve a cada día que pasa, más real.
Ahora que la opinión contraria es perseguida por aficionados (caricaturas no menos siniestras que la Stasi) para imponer la mentira entre lágrimas y risas, veremos si sigue floreciendo la libertad en este país.