A pesar de todo, un mundo maravilloso
"Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven. La mujer del médico se levantó, se acercó a la ventana. Miró hacia abajo, a la calle cubierta de basura, a las personas que gritaban y cantaban. Luego alzó la cabeza al cielo y lo vio todo blanco, Ahora me toca a mí, pensó. El miedo súbito le hizo bajar los ojos. La ciudad aún estaba allí". José Saramago, 'Ensayo sobre la ceguera'.
A pesar de todo, vivimos un mundo maravilloso. A pesar de los políticos y la política, merece la pena seguir. Ellos y ella son quiénes hacen este camino de espinas. Siempre a la gresca. Siempre en la defensa de sus espurios intereses. Qué carajo le importan las personas. Le importa el poder, la vanidad, la gloria, su propio ego. Todos son sabios, gurús, catedráticos y abogados de secano. Pero a pesar de los políticos y la política, vivimos un mundo maravilloso.
A pesar de las cifras, vivimos un mundo maravilloso. Nos aterran con apocalipsis, económica y social. Nos imponen su yugo con las frías estadísticas de unos números y unas gráficas que producen terror. Datos que no son más, también, que intereses que, dicen, nos ayudan a vivir. Pero a pesar de los números, los datos y las gráficas, vivimos un mundo maravilloso.
Vivimos un mundo maravilloso donde nos emocionan los aplusos al caer la tarde, hacia esas personas que están dándolo todo, con batas y mascarillas, con fregonas y escobas, de azul, verde o marrón. Ellos sí son lo héroes de estos días inciertos. Por eso, a pesar de todo, vivimos un mundo maravilloso.
Vivimos un mundo maravillos donde acariciar la página de un libro que teníamos olvidado durante todo el trajín del día a día nos hace sentirnos humanos. Donde contemplamos con dulzura la flor de una planta que regamos y vemos brotar una solitaria flor en el rincón perdido del salón, que nunca habíamos detenido a contemplar.
Vivimos un mundo maravilloso cuando escuchamos la canción que nos enamora. Cuando sus notas recorren la casa, nunca tan habitada, y nos ayudan a comprender que la vida es algo más.
Un mundo maravillos que merece la pena vivir, disfrutar, acariciar, besar -aunque sea en la distancia-. Un deseo de salir a la calle y abrazar. De compartir. De reir. De disfrutar de un amigo. De acariciar la copa del vino para brindar por la vida.
En este mundo maravilloso, Cervantes nos seguirá diciendo "—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos...".