Castilla y León

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Opinión

Doña Urraca, 65 añazos 'virtuales'

24 abril, 2020 22:28

Cuarenta y tres días de confinamiento. Una cuarentena completa, a decir pronto. Un virus, el coronavirus, que no ha logrado callar la música, ni el baile, aunque sea en la soledad de la casa. Ni tampoco los recuerdos ni las celebraciones. Eso sí, virtuales. Porque virtual es como ha celebrado el Grupo de Coros y Danzas Doña Urraca de Zamora sus 65 años de alegría. Todo estaba preparado para esa onomástica, pero todo ha tenido que pararse, de manera directa, pero se hará cuando se pueda, no cabe duda alguna. Por eso, han dejado un vídeo para que cada cual disfrute en la espera. Y, si de paso, todos asisten, qué buena señal de los muchos y fieles seguidores, amantes del porte, la música y la danza tradicional, de que están todos bien.

Doña Urraca, ese grupo que dirige con mano maestra y fiel Miguel Ángel Santos Santos, es Aries. Y como buenos Aries tienen una energía envidiable que a veces les lleva a ser inquietos, argumentativos, tercos. Aries es el primer signo del zodiaco, y en este sentido su papel es empezar algo y liderar... He ahí la cuestión. Empezaron algo -la recuperación y promoción del folclore de Zamora- y, por tanto, también lideran la pléyade de formaciones que viven en esta época. 

Son muchos años ya los vividos y otros tantos en que los conocí -allá a finales de los 90-, y cada aniversario está pleno de añoranzas, de vivencias, de infinidad de personas que formaron parte del grupo y ahora disfrutan del sueño de lo vivido, en ese cordón umbilical que une en la amistad. Sesenta y cinco años de cambios, muchos cambios de personas que han aportado en su paso algo positivo para el grupo. Cambios de indumentarias, de bailes, de músicas, porque todo evoluciona con el tiempo, aunque la esencia de Doña Urraca sigue viva unida a la perfección de cada actuación y al deseo de cumplir en cada momento. 

Doña Urraca, con sus sesenta y cinco añazos haciendo historia, baja por el Duero cargado de raíces, de ritmos cercanos, de melodías que pueblan el espíritu y elevan los corazones. Cada uno de mis recuerdos es cada una de esas noches en que el misterio más íntimo por ancestral y cercano y los recuerdos se agolpan como la suerte esperada, pero que tarda en llegar.

En estos días de Covid, en que todos miramos hacia los adentros y hacia las afueras. Días que añoramos el antaño y vivimos confinados el hogaño. En estos días que buscamos más allá, también econtramos huecos para recordar las vivencias. Las alboradas y las procesiones. Las bodas y tornabodas. Las rondas y corroblas. Los ofertorios y los festivales. Vemos, en el espejo del tiempo, la gratitud de la vida, de esos momentos de tradición, música y danza que hacen recordar a los ancestros y, en días de modernidades superfluas, dar sentido al dicho de dónde venimos y lo que somos. Lo mismo que la tradición no se hereda -ciertamente-, sino que se conquista, un pueblo sin tradición es un pueblo sin memoria ni porvenir. 

Doña Urraca es su director -aunque se ponga rojo- disfrutando del fruto que nunca se pudre, Miguel Ángel, ese portento de la danza y los ritmos, ese torbellino que inunda el escenario, ese aire fresco que hace llevaderas las bochornosas noches de verano, ese guía que hace de los jóvenes la correa de transmisión para que Aliste y Sayago, Sanabria y Toro se fundan en un abrazo-. El abrazo, o el beso, que todos queremos dar cuando esta pesadilla finalice- como la máxima expresión de las personas, que no es otra que la herencia ancestral hecha sentimiento. ¡Larga vida!