Mamá Verónica
En estos tiempos tenebrosos del coronavirus, en Castilla y León tenemos la suerte de que nos cuida mamá Verónica, el icono que desde el infausto 14 de marzo se nos aparece todos los días, como la Virgen de Fátima, en el telediario regional para insistir en que seamos buenos, dejemos de fumar y nos alejemos los unos de los otros al menos una legua para no zamparnos el ‘bicho’.
Pocos entendieron en su momento el prorrateo de carteras en el gobierno de Castilla y León, la obstinación de Ciudadanos en exigir al PP la sanidad y el empleo.
-Chacho, ¿y esto? ¿Es que Igea no se da cuenta de que son las áreas más expuestas? Hay que ser tontos, se lo ponen a güevo a Mañueco…
Fue entonces cuando empezamos a ver por las Cortes de Castilla y León a una rubia que decían que era una eminencia en lo suyo: especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, con plaza en el Centro de Salud Parquesol (Valladolid). Una profesional sanitaria champions league o así, galardonada como mejor médica de familia de Europa en 2017 y mejor médica de familia de Iberoamérica 2018, o sea, una ‘Médico Cinco Estrellas 2018’.
Ante medallero semejante, quedamos tan epatados como antaño con el autógrafo juvenil de Larry Bird o las zapatillas kilométricas de Pat Ewing.
-Sí, puede ser buena médico, pero la política es otra cosa…
Esto opinaban algunos cuando los socialistas, en su labor de oposición, se apresuraron a dirigir sus dardos envenenados contra la star minister que el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, se había sacado de la chistera.
-No va a durar en el cargo ni cinco minutos. Acabará tirando la toalla, porque no necesita tragar los sapos que hay que tragar en política…
Y en esas estábamos, cuando el coronavirus canalla torció nuestro mundo. Y con él, la figura rubia y maternal de la doctora Verónica Casado, consejera de Sanidad de la Junta de Castilla y León, se coló en nuestros hogares a través de la televisión autonómica para convertirse en un miembro más de la familia.
El otro día, mientras daba cuenta de sus acciones durante la pandemia a la Comisión de Sanidad de las Cortes de Castilla y León, se emocionó al recordar a sus compañeros sanitarios muertos y prorrumpió en lágrimas. Y su melena rubia y sus blusas coloridas y su humanidad espontánea acapararon los informativos y portadas de los medios de comunicación.
Decía Francisco Umbral: “El español, cuando vienen mal dadas, nunca sabes si de la chistera sacará un conejo o un cuchillo”.
El coronavirus ha puesto de manifiesto ahora que el mago Igea, pois, pois, sacó de su chistera a esta brillante doctora tachonada de medallas, humanista, anti política y maternal para que nos consolara desde la tele en nuestro confinamiento y para requerirnos infatigablemente que seamos buenos, dejemos de fumar, no empinemos el codo en exceso, aparquemos la comida basura, hagamos ejercicio sin pasarnos y, por supuesto, que respetemos la legua de distancia entre nosotros.
Conque, gracias por su humanismo, doctora Casado.