MADRID, 6 (OTR/PRESS) Concluyo, exhausto, el seguimiento de la sesión plenaria del Congreso en la que se aprueba una nueva prorroga del estado de alarma. No sé si es una victoria en la batalla contra el virus o un triunfo en la pugna de Pedro Sánchez por sobrevivir políticamente. Ha logrado, en todo caso, una prórroga en el trayecto por la cuerda floja que inició, junto con su carrera política en primera división, va a hacer ahora seis años. No me parece lo más importante en este momento: pienso, como el presidente aragonés Lambán, que salir de este horror en el que estamos metidos importa mucho más que el futuro político del señor Sánchez. Lo que no tengo tan claro es por dónde va a discurrir nuestro futuro vital, el de los españoles, digo.
Porque una de las cosas que más me inquietaron al concluir la sesión plenaria fue constatar que allí nadie parecía dar la menor importancia a lo que será la reconstrucción del país no ya cuando la pandemia se extinga, sino desde ahora mismo, cuando somos conscientes de las cifras pavorosas del paro y de las no menos angustiosas previsiones que la Unión Europea tiene para la economía española. ¿Podemos, en este contexto, seguir haciendo una política de partido, la vieja política?
Pues por lo visto sí, se puede. Sánchez sigue pidiendo apoyos sin ofrecer contrapartidas que hagan creíble tal petición. Casado sigue sin arriesgar un solo paso que pueda poner en un aprieto al presidente del Gobierno forzándole a aceptar la colaboración del Partido Popular. Ciudadanos confirma su afortunado giro de ciento ochenta grados en relación con los tiempos de Albert Rivera. El PNV sigue como siempre, en una estrategia que a ellos les conviene. Podemos ha cambiado esta vez de portavoz, lo que me parece una medida afortunada (Echenique, lo he dicho ya, debería abandonar la portavocía del grupo). Vox, en la demasía. Y los demás, lo de siempre.
Viendo todo aquello, parecía que el único problema del país sea el coronavirus en sí mismo, sin tener en cuenta las enormes consecuencias que la pandemia, y la parálisis forzada de la economía, van a tener sobre todas las estructuras: nacional, regionales ,locales, sobre todos los sectores de la producción, sobre el ocio y el negocio y sobre todos y cada uno de nosotros. Me parece increíble que aún no se haya formalizado esa comisión parlamentaria 'de reconstrucción' (el sucedáneo de aquellos pactos de La Moncloa, vamos), para debatir ya, punto por punto, en qué nos va a cambiar la vida a partir de ahora, bajen más o menos esas curvas famosas que el doctor Simón nos analiza, *pro domo sua', cada día. De eso, que también tiene que ver con la prórroga del estado de alarma, casi nada en el debate parlamentario.
Salí, claro, y lo esperaba, decepcionado del lance en el Legislativo. Lo que no sé es cuántas decepciones más nos podemos permitir. De momento, en este cuarto de hora, Sánchez ha ganado una prórroga, a base de cambiar de caballo en las alianzas: adiós a ERC y a Bildu, que ya era hora. Hola a Ciudadanos, de momento. Sí, el presidente ha ganado quince días en la contienda. Su particular guerra, no. Él sabe bien que ha arañado otros quince días al destino. No más que eso. Nada menos.