Al pensar sobre la deriva de la sociedad actual parece que caemos en una visión anticipada de lo inminente. Mostramos un mundo en acelerado y desorientado proceso de transformación pero un antiguo dicho la define de forma rotunda mientras tengamos burros cabalgaremos.
El mundo está formado por personas no por héroes, o por personas que ignoran que pueden convertirse en héroes. Personas solitarias, maduras, sosegadas, pacientes, sumidas en su rutina, medio ascetas, medio vulgares, con el talento escondido y los complejos a flor de sus silencios.
Hombres, no tanto mujeres, de vidas monótonas, desprovistos de carisma y pasados de moda, obstinados, meticulosos y grises. Ni siquiera es preciso conocer sus nombres. Pero casi todos desprovistos de un poder desconocido casi traumatúrgico para transformar la realidad. Seres humanos capaces de conseguir que la muerte vuelva a la cama y se abrace a ese hombre y no comprenda que puede amar y dormir para que al día siguiente no muera nadie.
La vida es andar y ver. Pensar mientras se camina, y nuestro propio pensamiento quiere ser o es la misma vida en su solitaria marcha. Lo tangible se diferencia de lo intangible en la misma medida en que la razón vital se aparta de la razón pura. Razón vital que cale como histórica, pues la vida es peculiaridad, cambio y caminar en una palabra historia.
El hombre no tiene naturaleza sino historia y la historia escribe y describe nuestra vida que será algo tangible en los hechos y en la realidad, pero no tanto en los deseos, porque en ocasiones es más fácil tentar becerras que a las duquesas. Nuestra historia la escribimos según nuestro talento, nuestra formación y cultura.
En una carta escrita por Antón Chéjov, a su hermano mayor Nikolai aficionado a la bebida, a sus 26 años señalaba en las características que adornaban a las personas cultas. Habría que ver hoy en día que podemos entender por persona culta aunque las cualidades que la adornan no pasan de moda. Quizás hoy su significado esté para muchos de vacaciones.
Afirmaba que solían tener a gala el respetar a los demás y, por lo mismo, eran siempre amables, gentiles, educados y dispuestos a ceder ante los otros, por lo que no solían hacen cola por un una mascarilla o una gorra de propaganda, la conseguían con su esfuerzo. Para él solían ser personas que tenían simpatía por todos, no sólo por los pobres y los gatos pues de todos se aprende. Se levantan en la noche o al amanecer para ayudar a los demás antes de dedicarse a su trabajo. Respetaban la propiedad de los demás y, en consecuencia, pagaban prontamente sus deudas.
Las personas cultas para Chéjov solían ser honestas, sinceras y huían de la mentira como del fuego. Una mentira significaba insultar a quien escuchaba y ponerlo en una posición más baja a ojos de quien hablaba. Las personas cultas no aparentaban y se comportaban en la calle como en su casa y no presumían ante sus amistades más humildes. No eran proclives al chismorreo ni obligaban los demás a confidencias impertinentes. Por respeto a los demás callaban más de lo que hablaban.
No se menospreciaban por despertar compasión. No tensaban las cuerdas de los corazones de los demás para que los otros hicieran algo o mucho por ellos porque todo eso era perseguir un efecto simplón, vulgar, rancio, falso… Las personas cultas no tenían una vanidad superflua. No se preocupaban por esos falsos diamantes conocidos como celebridades, ni por estrechar la mano del ebrio, ni por escuchar los arrebatos de un espectador de mentalidad extraviada o ser reconocidos en las tabernas. Si ganaban unos centavos, no se pavoneaban como si estos valieran cientos de rublos y no alardeaban de poder entrar donde otros no eran admitidos. Los verdaderamente talentosos siempre se mantenían en las sombras entre la muchedumbre, tan lejos como era posible del reconocimiento.
Las personas cultas si tenían un talento, lo respetaban y le dedicaban el descanso, las mujeres, el vino, la vanidad y la vida. Desarrollaban la intuición estética. No podrían ir a dormir con la misma ropa y serían alérgicos del chandalismo imperante en nuestros días. Pretendían tanto como fuera posible contener y ennoblecer el instinto sexual. No pedían inteligencia ahí donde se manifiesta la mentira constante. Querían, especialmente si eran artistas, frescura, elegancia, humanidad y la capacidad de la maternidad. No olían los armarios porque no eran animales y sabían que no lo eran. Bebían sólo estando libres y en ocasiones porque querían mens sana in corpore sano. El barril vacío da un eco más sonoro que el lleno.
Así es como eran las personas cultas. Para ser culto y no quedar atrás, no es suficiente con haber leído lo que se necesita es trabajar constantemente, día y noche, leer constantemente, estudiar y voluntad. Cada hora es preciosa y una prueba de lo que duele el pensamiento, algo que no pueden comprender los que se quejan como gruñidos de jabalí...