Quienes tratan de nadar en las embravecidas aguas europeas advierten: esto no va a ser 'toma el dinero y corre'. La reunión de los mandatarios de la UE este viernes para decidir cuánto, cómo y a quién se reparten esos fondos de reconstrucción europeos puede ser mucho más complicada de lo que parece, una vez que los países 'austeros', que tan poco aprecio tienen por los modos de actuar del Gobierno español, por ejemplo, han olvidado sus diferencias y se aprestan a constituirse en valladar frente al 'despilfarro del sur'. Un desbloqueo de esos fondos, que supondría la llegada España de cerca de ciento cuarenta mil millones de euros, sería un inapreciable balón de oxígeno para Pedro Sánchez. Y para Pablo Iglesias, claro.
La Unión Europea impondrá condiciones duras para el rescate de las economías más empobrecidas por la pandemia. Lo sabe el Ejecutivo español. Lo sabe la oposición, a la que el Gobierno llegó a acusar de aliarse con los conservadores europeos para respaldar las exigencias de Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca --y un poco también de Alemania-- antes de aflojar la bolsa. La verdad es que la película no es así, pero eso ya poco importa en el marco de la feroz batalla de las dos Españas. Veremos si esta semana, en la anémica comisión parlamentaria de reconstrucción, empiezan a alumbrarse algunos pactos puntuales entre el Gobierno del PSOE-UP y el Partido Popular. Sería un buen mensaje para una Europa que mira con desconfianza a un Gobierno, el español, y a una oposición, la española, que presentan perfiles muy peculiares. Más peculiares aún que aquel Gobierno alumbrado por Tsipras en Grecia en 2015 y que tuvo durante siete meses a Yanis Varoufakis como insólito ministro de Finanzas.
Bueno, el Gobierno español aún no ha cumplido medio año, está atravesando, como todo el planeta, por la peor pandemia en un siglo y ya tiene a varios ministros achicharrados, aunque en La Moncloa emiten mensajes en el sentido de que, de hacer una crisis de gobierno ahora, nada. Si acaso, si la ministra de Exteriores se va a la OMC --cosa que me parece improbable, porque no a todos los países les gusta la candidata González Laya-- y el ministro de Ciencia, Pedro Duque, a la Agencia Espacial Europea, habría 'algún retoque'. Pero crisis, lo que se dice crisis, apartando del Consejo de Ministros a tres o cuatro figuras especialmente desgastadas, nada. Aguantar hasta el otoño, cuando esas ayudas europeas se harían desembolsables, parece ser la consigna. Andar cambiando ministros sería, ahora, otro mal mensaje para Europa, parecen pensar algunos de los 'cerebros' que rodean al 'jefe'. Y, además, al 'jefe', fuente de todo poder, parece no apetecerle demasiado andar despidiendo a unos ministros que tanto han sufrido estos meses de alarma.
Así, el 'Gobierno Sánchez-Iglesias' entra en la tercera fase. Ya está desconfinado, y los ministros aparecen masivamente en los periódicos, anunciando una estabilidad en la Legislatura de la que creo que están lejos de estar convencidos. Si no hay dinero europeo --que algo habrá-- o si es claramente insuficiente, entonces... Ah, entonces las cosas serán muy distintas. Pero, hasta entonces, eso: aguantar. Y calificar como 'inventos de la derecha' todas esas especulaciones --algunas, en verdad lo son-- de que este Gobierno quiere cargarse la Monarquía, ahora que el Rey va a cumplir seis años de su ascenso al trono, un período por muchos motivos angustioso para Felipe VI, un jefe del Estado crecientemente divorciado de sus gobernantes. Lo cual no deja de ser otra señal de alerta para esa Europa que, en verdad, necesita una España estable. Tanto, que hasta está dispuesta a dar dinero para consolidar a un Gobierno que, francamente, no le gusta. Como no le gustaba aquel de Tsipras-Varoufakis, del que tanto se habla en estos días en los cenáculos y mentideros madrileños. Y ya recuerda usted lo que pasó.