MADRID, 17 (OTR/PRESS) La palabreja, que describe el miedo de que los madrileños lleven el virus a las Comunidades menos afectadas por el Covid 19, se ha incorporado al lenguaje coloquial sin analizar en profundidad las consecuencias que para la movilidad tiene excitar este tipo de temores.
Es verdad que Madrid ha sido uno de los peores focos de la pandemia y, de hecho, los datos actuales de contagio hablan de que la mitad de los nuevos casos se producen en la capital y su periferia. También es cierto que, tras proclamarse el estado de alarma, la Guardia Civil detuvo a centenares de madrileños que pretendían huir del confinamiento en sus segundas residencias. Pero, dicho lo anterior, el comportamiento cívico de los vecinos de la capital es equiparable al de cualquier otra zona de España. Posiblemente, el mayor riesgo de los sufridos madrileños sea la existencia del aeropuerto Adolfo Suárez, Barajas, a donde llegaron decenas de vuelos de Italia cuando ya el coronavirus colapsaba los hospitales de la Lombardía y el Veneto y donde, ahora mismo, están aterrizando vuelos charter de Perú, incluso con pasajeros contagiados a bordo. De ahí la preocupación de la presidenta Díaz Ayuso ante la apertura de fronteras con la UE en unos días.
Resulta sorpréndete contemplar las contradicciones entre salud y economía que ha provocado la pandemia. Mientras Cataluña proclama su disposición a recibir con los brazos abiertos a todos los "charnegos" que quieran disfrutar de su costa e interior, porque los ingresos del turismo son imprescindibles, los de Madrid temen ser mal recibidos allá donde vayan. El problema es que el visitante extranjero tampoco garantiza la inmunidad frente al Covid y lo que, de verdad, resulta eficaz son las reiteradas apelaciones a seguir manteniendo las medidas de seguridad en cualquier escenario, incluyendo las playas, y más aún en lugares cerrados.
La crisis económica que ya tenemos encima puede hacer que los españoles descarten los viajes al extranjero y decidan optar por el turismo interior, lo que contribuiría a paliar las gravísimas pérdidas del sector. Por lo tanto, incluso por sentido patrio, mejor será dejar aparcadas las "madrileñofobias" y cualquier otra fobia semejante y contribuir de manera responsable y solidaria a recuperar el empleo en la hostelería y a disfrutar de los bellos paisajes cercanos que muchas veces desconocemos.
Precisamente Madrid, cuyos ciudadanos llevan encerrados y sin cambiar de fase, con mayor rigor que él restos de la CCAA, puede ser la llave para unos ingresos turísticos providenciales en este momento crítico.
Así que, precauciones, responsabilidad y disfrute, que ya toca