Con los cambios de denominación o sentido de las palabras, vivimos un mundo lingüístico novedoso y, a veces, desconocido. Palabras que querían decir una cosa ahora dicen otra o, incluso, lo contrario. Uno de estos ejemplos más evidentes lo constituye la palabra “redes”, que antes se usaba para definir el artilugio de los pescadores o, también, de cazadores y también en sentido figurado cuando te atrapaba algo y se decía “caer en la red” y,sin embargo, ahora su uso, más bien abuso, se refiere con machacona insistencia a las llamadas “redes sociales”.
Y, ¿qué son estas famosas redes? Sin duda, cuando todavía no se han terminado de definir académicamente, todo el mundo las considera como el instrumento telemático que se usa para disparar ideas, noticias o comentarios sobre lo humano y lo divino, sin revelar o más bien ocultar la identidad ni responsabilizarse en absoluto de lo que se dice o de lo que se secunda. Esto es, una especie de jungla verbal donde todo cabe y tiene acomodo para campar a sus anchas.
¿Es esto social? Bueno, puede serlo porque proviene, nace y se desarrolla en un ámbito donde las personas son sus protagonistas, pero, dado el descontrol de que hacen gala, puede decirse con todo rigor que tienen tanto de social como de antisocial, en una espacie de divertimento donde el furtivismo hace de las suyas. Cualquiera puede decir lo que quiera en un ámbito ilimitado y con absoluta impunidad.
Sin duda, es un invento que ha hecho frotar las manos a tanto atrevido como ignorante. ¿Cómo iban a pensar estos mediocres e incapaces que iban a tener su propio auditorio para sus ridículas y a veces malintencionadas y absurdas ideas? No creo que este invento sirva para mucho, pero, sin duda, es la genialidad del momento agrandada con el señuelo de hacerse “viral”, otra palabrita arrolladora y muy de actualidad. ¡Cosas veredes!
Sin embargo, una de las consecuencias de todo este maremágnum, según señalan los expertos, es su desconexión con el mundo real, amén del uso indebido de fotografías, suplantación de identidad y desprotección de menores, etc… Claro que todo ello es fruto, a mi juicio, de la famosa maquinita que todos llevamos consigo, como es el móvil o celular, como también se le denomina y que, a pesar de sus utilidades, es también un arma mortífera en manos cada vez más inexpertas y para las que no existe todavía ningún control eficaz. Otro virus, y éste va para largo, pendiente de vacuna.