MADRID, 18 (OTR/PRESS)En torno al cincuenta por ciento de los españoles no saldrá este verano de vacaciones por temor al virus y, sobre todo, por miedo al futuro económico. Sin las ayudas europeas, que en este momento debaten a cara de perro los lideres de la UE, la crisis social puede ser terrorífica.
Pero la cumbre de Bruselas no empezó bien el viernes y los pronósticos eran pesimistas. El primer ministro holandés, Mark Rutte, en nombre de los paises llamados "frugales", piso fuerte el acelerador de sus exigencias y reclamó reformas en legislación laboral y pensiones en los paises del Sur; los necesitados de ayuda. Su argumento inapelable es que tiene que explicar a los contribuyentes holandeses que su dinero va destinado a la reconstrucción y no al "despilfarro".
Aunque Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia, parecen resignarse a que la aportación sea, en una proporción aún por determinar, en forma de subsidios, exigen vigilancia sobre las reformas que los beneficiarios deben acometer. De nada sirvió el viaje previo de Sánchez y el primer ministro italiano, Conté, a su despacho. No le convencieron, ni tampoco lo logró Merkel ni la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen.
Cuando acabe este mercado persa, en el edificio Europa de Bruselas, en el que las navajas brillan debajo de chaquetas y corbatas, el proyecto económico del Gobierno de coalición español puede dar un vuelco en la línea de mayor ortodoxia en el gasto o de un coste casi inasumible de la deuda.
Las pensiones, que contribuyeron a mantener a varias generaciones de españoles en la anterior crisis, han sacado a la calle a sus perceptores, exigiendo su adecuación con el incremento del coste de la vida. Si hay que recortarlas, ahora que el paro vuelve a alcanzar a unos jóvenes que no habían tenido tiempo de recuperar su puesto en el mercado laboral, se perderá la única fuente de ingresos para muchas familias. Es un tema muy delicado en el panorama político español, donde las tentaciones de hacer oposición con los temas de Estado ya se ha demostrado.
La otra exigencia europea, la de endurecer la reforma laboral, aprobada por el Gobierno de Rajoy y que tanto el PSOE como Podemos se comprometieron a derogar, aún le parece demasiado laxa a Rutte. ¿Quién recuerda ahora el apoyo de la portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra, a una proposición de Bildu para derogar de forma inmediata la citada legislación laboral? Algo que hizo poner el grito en el cielo a la vicepresidenta Calviño, conocedora de lo que se exigía en Europa.
Probablemente, en esto, como en el coronavirus, el Gobierno ha llegado tarde y esta cumbre necesitaba de una preparación previa mucho más trabajada que los breves viajes de Sánchez a las cancillerías de los "frugales". Porque, sin una sólida ayuda europea, el futuro pinta muy negro.