Nos ha tocado vivir un tiempo de impostura como pocos se han conocido o al menos con una impostura que nos afecte tan de cerca y que hasta parece que nosotros mismos imponemos democráticamente.
Los hacedores de la política y quienes se benefician de las fórmulas de ingeniería social y económica elegidas, nos imponen una suerte de hipocresía metafísica en la que está perfectamente calculado el sitio que se reserva a la resignación. Ese es el papel previsto para la mayoría, ese es nuestro papel. Lo demás es picardía. La gente tiene ambiciones hermosas pero al volver del trabajo, al sentarte frente al pequeño plato de verdura, se siente abandonada ante tanta mentira.
La pandemia acabará poniendo a cada cual en su lugar. Asombra la general disposición de nuestra sociedad hacia la picardía. Incluso frente a un peligro de contagio y muerte, hay quien decide saltarse las normas y jugársela porque es muy inteligente y a él no puede pasarle nada. El tiempo pasa pero los años no cambian las actitudes, las empeoran. Se exigen más derechos y se piden menos deberes. El paisaje que refleja el Tormes, básicamente, es el mismo que vio pasar las andanzas de Lazarillo. Parece que todo vale como ayer en España con tal de llenarse la boca.
Formamos parte de una realidad, de una España sucedánea y decaída: los hombres que nos rodean no lo son en el mismo sentido que Ulises y Héctor. Hasta el punto que entonces lo eran más porque éstos eran divinos. ¿Dónde acababa el dios y donde empezaba el hombre para Homero? El problema revela la decadencia de nuestro mundo. Cuando los hombres no son hombres, es decir se convierten en figuras vacuas, la mujer sigue el mismo camino se va vaciando de contenido. La mujer es el espejo en el que se mira el hombre y viceversa. Las figuras épicas corresponden a una fauna desaparecida cuyo carácter es precisamente la indiferencia entre el dios y el hombre, por lo menos la contigüidad entre ambas especies. De áquel se llega a éste, sin más peldaño que el desliz de una diosa o la brama de un dios...
Esta semana continuando en la ahistoria impuesta desde los sectores minoritarios que nos dominan se ha conmemorado el 208 aniversario de la batalla de los Arapiles o de Salamanca como se conoce en el resto del mundo, la gloriosa defensa del regimiento de caballería Alcántara, un 23 de julio de 1921 a las cinco de la mañana en el Rif se preparaba para dar sus vidas para salvar las de sus compañeros, de 700 valientes sobrevivieron 70... ¿Qué valores quedan a esta sociedad? Los valores no se compran con dinero.
El mal de nuestro tiempo es sin duda la necedad que es un enemigo más peligroso que la maldad. El necio del latín nescius, es literalmente el que ignora o no sabe. Deberíamos estar en guardia frente al número cada día más elevado de nuestros congéneres. Cada día nos sale al paso un necio y por la noche nos acostamos con él dándonos vueltas en la cabeza. Nos queda el pensar que somos la única especie libre de ignorar nuestro propio conocimiento o de traicionar nuestros propios valores.