“Ubi homines, ibi societas; ubi societas, ibi ius” viejo aforismo romano -sociedad y derecho, sociedad y ley- norma y política- dueto necesario para conformar un medio, un modo de llevar la convivencia a la sociedad “con obligaciones para con el resto y de derechos para todos. No recuerdo donde leí esta frase: “Al fin y al cabo el derecho de otros nace de la obligación que tiene cada uno de permitir el ejercicio de ese derecho”.

Si fuésemos responsables y cumpliésemos las normas ¿necesitaríamos de la política? incluso en un estado tan perfecto y onírico a la vez seguiríamos necesitando de ella.

¿Y por qué?

El ser humano, sujeto primario de todo este entramado, es un ser imperfecto porque es también, en sí mismo un ser asociativo, una sociedad insatisfecha que también establece preferencias entre las necesidades y los deseos naturales y las prioriza en base a una norma de carácter natural y que vienen en el pack del nacimiento. Cuando tienes hambre necesita comer, si tiene sed bebes, si tiene sueño descansa pues incluso las necesidades tan primarias requieren de un ejerccio político para ejecutarlas.

En una sociedad conformada por “hombres libres” pasa lo mismo, se establece cierta controversia entre las necesidades de aquella y los deseos de estos y también se produce a la contra, y para regular estas necesidades, deseos derechos y obligaciones se necesita de la política que establece un modo y forma de cómo hacerlos efectivos.

Pero a diferencia de las normas de tipo natural que regula las necesidades del ser humano como ser vivo, el ser de una sociedad necesita también de normas, pero como creación artificial que nace del pensamiento del hombre, esas normas no nacen con  la sociedad, son sus miembros quienes la establecen previamente o a posteriori bajo unos criterios como son la necesidad, eficiencia, prioridad etc. y otros que son de aplicación general y están recogidas en las funciones del derecho.

Hay, sin embargo, un aspecto a tener siempre en cuenta, una sociedad perfecta nunca va a crear unas normas (a sabiendas) de que no van a ser buenas para el conjunto de la sociedad por el resultado de su aplicación y tampoco debería permitir su existencia. O sí...

Cuando Montesquieu desarrolló la teoría de Locke sobre la separación y añado "cierta estanqueidad" de los poderes del Estado, lo hizo con la idea de crear unos contrapesos que equilibraban la balanza del poder, pero se cometió el error de no blindar esa separación con herramientas penales de tal manera que cualquier intento de socavarla -por mínimo que fuese- hubiese supuesto la penalización de dicha actitud. Así, de ese modo, no se hubiese permitido, ni siquiera el intento, que luego se ejecutó en la famosa Ley Guerra del Poder Judicial; el poder político, al fin, metió su sucia mano en el poder judicial, solo un poquito, lo justo para manchar la mesa.

Así estamos que, en una democracia, la política y más en concreto, la política ideológica es otro poder cuando se establece, no como un medio sino como un fin, la coronación identitaria de un grupo, el poder al que llegar y mantenerse, el poder por el poder y para ello tratará de socavar todas las instituciones que no se aviene a sus pensamientos.

Decía Maurice Duverger (en un libro que ha significado mucho para mi pues puso entre mis manos haya por 1984 ó 1985 la comprensión de la política y su enrevesado mundillo) “Introducción a la Política” Ariel edición de 1970 Pág. 21 “la contienda política se desarrolla en dos planos: por un lado, entre individuos, grupos y clases que luchan por conquistar el poder, participar en él o influirlo, y por otro, entre el poder que manda y los ciudadanos que lo soportan.”



En consecuencia, el poder político del que hablo no es ese que se ve en las labores diarias del ejecutivo y el legislativo creando situaciones o propuestas que permiten la seguridad jurídica y la paz social que da paso al progreso, en definitiva, mejores condiciones de vida, el otro “poder político” el belicoso el que se ha impuesto en nuestras vidas,el poder de la política ideológica que todo lo enmarcaes al que Maurice hace alusión, el poder por el poderes el que, con los medios a su alcance: prensa, capacidad de decisión y una gestión política ad hoc, todos ellos ornados con capacidad de influenciar en una sociedad casi analfabeta ( ya lo decía Kant la falta de conocimiento de una sociedad es el mejor caldo de cultivo de una dictadura) logra disipar poco a poco y a pequeños empujones esa membrana inquebrantable entre los poderes del estado para imponer al final una ideología. Al menos tratan de hacerlo.

Y hoy, la política normal, la que debía favorecer a una sociedad de hombres libres se ha convertido en política ideológica, de tal manera que, sin rozar el pensamiento único crea una situación tensa y antidemocrática, en todo caso, en el que cualquier pensamiento o cualquier idea extraña, ajena al discurso univoco, es considerado como algo malo, inadecuado o ya, en el paroxismo totalitario, calificarlo como ilegal y por tanto sujeto de prohibición.



Y este es un defecto que pervive en el fuero interno de todos los partidos y que salta a nada que aparece alguien con capacidad de liderar y soliviante los bajos instintos. Las listas abiertas se hacen más que necesarias en situaciones como la actual.



Y esta sociedad está permitiendo la implantación de esa política ideológica con todo lo que históricamente enmarca y se hace a sabiendas de que no es buena. Y no es buena porque ya se sabe de las consecuencias, se han demostrado, han sido evidentes, son evidentes aún hoy; lo fueron en 1917, con el comunismo, el fascismo en 1922, en 1933 con el nazismo, en 1939 con el franquismo, aquí hay para todos, y los recientes experimentos de Cuba y Venezuela o Korea del norte.

El pensamiento no delinque” A mi modo de ver la ideología política sí puede hacerlo, ya lo hizo y no, no le  fue nada bien a la humanidad.