¿De verdad nadie se imaginaba que, tras el fin del estado de alarma iba a haber rebrotes? ¿De verdad nadie en el Gobierno central y en los de las autonomías sabía que, tras el desconfinamiento, en pleno verano y sin tomar medidas, los contactos sociales, con o sin medidas preventivas, se iban a multiplicar especialmente entre niños y jóvenes? ¿De verdad nadie sabía que en las residencias de ancianos, una vez "superada" la pandemia, abriendo las puertas de par en par, y otra vez sin tomar medidas sanitarias o médicas, no iban a resurgir con fuerza los contagios? ¿De verdad alguien se tomó en serio lo de los rastreadores, lo de reforzar la atención primaria y los hospitales ante un posible rebrote antes del otoño? ¿De verdad alguien elaboró un Plan nacional de Desescalada, un Plan nacional para las residencias de ancianos, públicas y privadas, un Plan nacional para la vuelta al cole? No solo no hicieron nada de eso ni quisieron imaginar nada de lo que podía pasar, sino que todos, empezando por el presidente del Gobierno y siguiendo por sus ministros y ministras, se fueron de vacaciones. Se abrió el ocio nocturno sin reservas y se ha cerrado de golpe, sin escuchar a sus propietarios ni plantearles alguna alternativa racional, abriendo las puertas al botellón, aún con más riesgos.
Decretaron vacaciones para el Parlamento que dejó sin tratar ni aprobar "por falta de tiempo" diez grandes medidas para luchar contra los rebrotes y otras como la inhabilitación de los juzgados en agosto, que ha sido otro dislate del que tendremos que hablar. En resumen, ni medios, ni plan y una mala, muy mala gestión. Por eso tenemos, otra vez, el maldito privilegio de ser el país de Europa con mayor incidencia de covid, por eso nuestro turismo se hunde, por eso el sector de la hostelería sufre una crisis que hará desaparecer miles de empresas y por eso cientos de miles de trabajadores temen ir a la calle en septiembre.
Un día nos dicen que "no es relevante" el crecimiento de los contagios y, al día siguiente, el mismo experto anuncia que "en algunas zonas la epidemia está fuera de control" y hasta un ministro -uno que se equivoca cada vez que habla- se atreve a decir que un segundo estado de alarma está en estudio. Así que es posible que muchos ciudadanos, poco conscientes, hayan dicho: "Vamos a aprovechar lo que nos queda antes de que nos vuelvan a confinar". ¿Se ha hecho alguna campaña, contando con las televisiones públicas y privadas, con las radios, para concienciar a los jóvenes no solo del riesgo de contagio sino de convertirse en agentes de contagio con sus padres o abuelos? Todos estaban de vacaciones.
La vicepresidencia del Gobierno que disfruta Pablo Iglesias anuncia para este lunes una reunión de un grupo de expertos, otro, o de afectados -no se sabe quiénes han sido convocados ni el orden del día- para tratar de contener la crisis en las residencias de mayores. A buenas horas. Solo han tenido cinco meses para convocar esta reunión y para tomar alguna medida. Lo mismo podemos decir del curso escolar que empieza dentro de diez días. También, por fin, se ha convocado una reunión con las comunidades autónomas para ver qué hacemos. A buenas horas. Y no se sabe nada de la Conferencia de presidentes que anuncio Sánchez para tratar este asunto. Ahora nos dicen que otro grupo de expertos, otro más, ha elaborado un plan por encargo del Ministerio de Ciencia (¿?) que plantea hacer test a los profesores cada tres días -¿pero tienen previsto hacerlos al menos una vez antes de empezar el curso?- y sustituir el deporte en los colegios por la alternativa de ir a clase andando. Es lógico que los profesores, a los que apenas les han dicho lo que se van a encontrar, se indignen. Como todos los ciudadanos. Porque lo menos que podemos pedir es que nos traten como adultos. Nada menos.