Les han dado a los miembros del gobierno un medicamento que se debe denominar “susurrón2020”, pues todos ellos, en lugar de hablarnos, se dedican a susurrarnos en tonos melosos, cariñosos, como si nos estuviesen alcanzando el corazón con amor, mientras nos apuñalan por la espalda.
Sánchez pasó de ser el líder de masas que chillaba contra el capital, al susurrador de banqueros para que le apoyen en unos presupuestos que no conocen, sobre unos planes que no se saben, con unos modelos que lo mismo tienen la existencia de los comités de científicos, pero eso sí, con un tono meloso, acaramelado y susurrante. Cuidado señora Botín, que lo mismo se la lleva a la alcoba con tanto susurro y melindroso conversar, que luego vendrá el mimoso mirar y el melindroso acercamiento y…. bueno, usted ya sabe.
El coletas, ya no aparece con coleta, sino con moño y pendientitos, quizás para acercarse al sector más feminista del gobierno o para ofrecer otra imagen, a la par que se dedica a susurrar a las entrevistadoras, no sabemos si para incrementar las miembros de su serrallo o, sencillamente, por haber oído eso del susurrador de caballos, y él como nos considera garañones, asnos o jamelgos a su servicio, y se quiere convertir en susurrador de acémilas.
En cualquier caso, se están implantando en la clase política dos modos de comunicar a los ciudadanos; uno primero, de carácter militarista, venga de donde venga, con claras formas de populismo barato o demagogia de colegio, con grandes dosis de potencia y apariencia de agresividad que mete miedo al adversario y enardece al propio, con un imaginario muy similar al de los asesinos fascistas y comunistas de la seudo santa segunda república de España.
Un segundo, y nuevo modo, es el del susurrador de rucios, que es como nos consideran a los ciudadanos, ya ni siquiera somos “perritos sin alma” que podían ladrar, ahora nos ven ya como simples “pollinos” que, puestos en la rueca, giramos y giramos para que ellos obtengan su lucro, eso sí, en silencio, sin siquiera un simple rebuzno.
Ya no piden ayuda, no explican su decisión, no buscan la complicidad del ciudadano; ahora, el responsable de los rebrotes es el ciudadano, el miserable que nos infecta es el joven que quiere vivir, la sanidad es una maravilla que no se sabe dónde está pues sólo es telemática, los servicios no existen si no es por teléfono y la justicia está sometida y el que se queja “ese es su problema”, el que no se somete es un canalla, pues ahora es el momento de cumplir las decisiones sin discutirlas, todo lo demás es subversivo y miserable. Esta es la nueva normalidad, una forma de sometimiento al asno de turno para que, en silencio, sin pensar, nos obedezca.
Existen grupos de personas que desean libertad, ser responsables y adoptar medidas sanitarias de protección, pero vivir pensando, vivir libres, vivir pudiendo ofrecer otras soluciones o exigir que, aquel que detenta el poder, las busque; exigir que, antes de imponer, se nos diga qué es lo que se quiere hacer; si quiere presupuestos, los expliquen antes, pues si son como ellos denominan “progresistas” y sólo buscan subir impuestos, incrementar el gasto, los políticos, etc. eso no lo queremos y, si nos lo imponen, que no sea con nuestra aquiescencia.
Pero, ¿dónde está la oposición, los otros partidos? En el chillido, en el susurro y no es eso lo que queremos los ciudadanos, los “perritos sin alma” o los “pitufos gruñones”, lo que queremos es seriedad, rigor, explicación, cooperación, que nos hablen con claridad sin melindrosidad o a gritos, simplemente conversen con nosotros y nos presenten sus intenciones, sus diseños de trabajo, sus criterios de acción y la realidad de lo que pretenden.