Los indultos a toros en plazas de pueblo de estas últimas semanas, y en especial el de un astado de Victorino Martín por Rubén Pinar en Villanueva del Arzobispo, localidad jienense, ha dado ocasión a ciertos sabios taurinos para ilustrar al mundo, indignados algunos de ellos, a cuyo entender los indultos no serían admisibles en los cosos de tercera.
Qué cosas. Los hombres somos iguales que las mujeres y las mujeres iguales que los hombres, del mismo modo que los negros son iguales que los blancos y los blancos que los negros, y etcétera, etcétera, iguales todos en derechos y obligaciones, pero resulta que no, que hay excepciones, porque quienes ocupamos los tendidos de plazas de toros como las de Béjar, Plasencia o Guijuelo a juicio de tales sabios no gozamos de los mismos derechos, pongo por caso, que quienes ocupan los de Las Ventas, Burgos, Córdoba o Murcia, ya.
Mi mujer, nuestro hijo y yo, y quienes nos rodean en el tendido 10 de la plaza de la Calle de Alcalá, (núm. 237, lo anoto, por si algunos de dichos listos se extravía), con mención especial para Fernando Peña, Belén y su hija Andrea, abulenses de Navalperal de Pinares que saben y sienten de toros para impartir cátedra, somos aficionados de pueblo, quiero decir que nos hemos forjado como tales por esas plazas de tierras adentro y cuando estamos en un sitio somos los mismos que cuando estamos en otro.
Entonces, ¿por qué tenemos derecho a pedir indultos o carecemos de ese derecho en sinrazón de donde nos encontremos?
Además, en este año del desastre de la pandemia resulta que es en plazas de tercera donde se están celebrando la mayoría de las pocas corridas lidiadas, a las que los ganaderos están enviando lo mejor de sus respectivos hierros, toros que en condiciones normales jamás de los jamases hubieran saltado a esos ruedos, unos ruedos más recogidos que los de las plazas mayores. De ahí que los toros se gasten menos en vueltas inútiles y que las cuadrillas los meten antes en la pelea. Por eso llegan con la boca cerrada hasta el final y por eso tiran antes de casta.
O sea, los indultos en ese tipo de plazas responden a las evidencias. Que en el caso del toro indultado por Rubén Pinar en Villanueva del Arzobispo hubiera división de opiniones, con muchos menos partidarios del no que del sí, pues estupendo.
Esa es una de las características esenciales de las corridas: la libertad de expresión y el respeto a la mayoría, para el caso reforzada por la opinión favorable del ganadero, pertinentemente solicitada por el presidente de la plaza de Villanueva del Arzobispo, quizás para pasmo y asombro de unos informadores de Canal Toros -sobre todo de uno- que, partidarios acérrimos de sus pontificaciones, lo descalificaron a él y a los aficionados que clamaban por el indulto por atenerse estrictamente al reglamento taurino de Andalucía, increíblemente desconocido por ellos, que antes de parlotear tienen la obligación profesional de informarse.
La discusión, ya digo, a mí se me ha hecho perfecta. ¿Por qué? Pues, en principio, porque me permite distinguir, como diría el Orwell de “Rebelión en la granja”, a quienes dicen que todos somos iguales, pero que ellos son más iguales que el resto. Ojalá llegue pronto el próximo indulto.