La desmesura del doctor Cavadas
MADRID, 12 (OTR/PRESS)Probablemente el doctor Cavadas no es tan buen comunicador como cirujano, y no porque le falte razón en muchas de las cosas que dice, sino porque parece empeñarse en llevar razón en todas. Esa falta de contención en un espíritu tan volcánico como el suyo, y, por tanto, más necesitado de mesura y ralentí, transforma al genio de la cirugía reconstructiva que es capaz de reimplantar pies, manos y caras con una pericia inigualable, en una criatura atrabiliaria y montaraz según le arriman un micrófono o una cámara.
Necesitadas las personas, la inmensa mayoría de ellas, de un poco de esperanza en unos tiempos cuya oscuridad parece cegarla casi del todo, no resulta particularmente alentador que una eminencia de su categoría suelte en un programa televisivo de gran audiencia que las primeras vacunas contra el SARS-CoV-2 producirán un buen número de encefalitis. Porque una cosa es defender rigurosamente los tiempos que una vacuna necesita para resultar eficaz y segura, y otra, muy distinta, acojonar aún más si cabe a la gente dando por sentado que las vacunas que se comercialicen antes de dos años serán más peligrosas que el propio coronavirus.
Se comprende que el oficio del doctor Cavadas le requiera ser durito, no marearse con la sangre y esas cosas, pero debería darse cuenta de que no todo el mundo es tan duro como él y de que lo mismo necesita que se le digan las cosas de otra manera, con sujeción a la verdad pero de otra manera, pues a ver si no va a querer vacunarse nadie ante la perspectiva de semejante efecto secundario. Sin embargo, y aunque lo de la encefalitis tiene lo suyo de cenizo y detonante, donde el doctor Cavadas expresó más su desmesura fue en la valoración de su colega Fernando Simón, del que dijo sentir ninguna gana de conocerle. ¿Por qué no? ¿Porque plantear el debate sobre la pandemia en esos términos de ácida y estéril rivalidad?
Diríase que para demostrar que lleva razón en todo, Pedro Cavadas necesita despojar totalmente de ella a quien no piensa como él, lo cual no se aviene ni con el espíritu científico, que se cimenta en la duda, ni con la cortesía, ni, lo más importante, con la concordia y el entendimiento que en las actuales circunstancias deben regir entre los que algo saben y mucho influyen en la opinión. No parece el doctor Cavadas, ciertamente, tan buen comunicador como cirujano: para esto se necesita sangre fría; para aquello, más templada.