Si eran pocas las desgracias que está pasando la Tauromaquia, como los demás sectores, culturales, sociales, económicos o empresariales de este país, nuestro ministro de Cultura, acaba de realizar unas sorprendentes declaraciones en las que nada menos que dice que “no puede animar a la gente a ir a los toros, al contrario de al teatro por ser éste un espectáculo pacífico", como si los toros fueran una batalla campal de luchas violentas frente a la balsas de aceite del teatro.
Sin duda, que ante tal desbarre que ha incendiado al mundo Taurino, alguien dirá, quizá el propio ministro o su entorno, que ha sido mal interpretado o qué las declaraciones las han sacado de contexto. Pero, sea lo que sea, el asunto parece grave o incluso gravísimo en el contexto en el que estamos como dije al principio.
En efecto, un ministro sea del ramo que sea, debe de tener sus asesores y su gabinete, yo lo conozco por propia experiencia, que le oriente y le informe de la legislación aplicable en cada caso, y mucho más en cuestiones o asuntos que son polémicos o discutibles. O "no pacíficos", en terminología jurídica según la doctrina que es a lo que parece referirse el ministro.
Pues bien, tanto la Ley y en concreto la 18/2013 de 12 de Noviembre, que declara a la Tauromaquia Patrimonio Cultural de España, como la Ley 10/2015 de 26 de mayo que la confirma y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional en sus sentencias de los recursos contra la prohibición de Cataluña y restricciones de Baleares, ha concluido que al ser la Tauromaquia Patrimonio Cultural de España, los poderes públicos están obligados a protegerla y fomentarla.
Más claro agua, por encima de discrepancias de sectores o colectivos antitaurinos que siempre ha habido y seguirá habiendo. Es como si porque haya partidarios de la pena de muerte está no debe prohibirse ni defenderse su abolición.
Más me llama la atención de que un discípulo de Gregorio Peces-Barba, como es el ministro, diga estás cosas tan atrevidas y desatinadas. Uno, yo para más señas, fue socio y trabajó muchos años como abogado con Gregorio y recuerdo que era un gran aficionado a los toros y fuimos juntos más de una vez a Las Ventas. Recuerdo que era seguidor de Antonio Bienvenida y disfrutaba y nos hacía disfrutar con sus éxitos.
Por ello, si Gregorio levantara la cabeza no se reconocería en absoluto, en su discípulo, al menos en esta faceta y no podría decirse aquello de "bendita sea la rama que al tronco sale" sino todo lo contrario.
Me consta, por último, que como ha sucedido en otras desafortunadas declaraciones de otros miembros del Gobierno, de signo parecido al que comentamos que, el actual gabinete, nunca ha mostrado un posicionamiento antitaurino, sino todo lo contrario al sentir de varios de sus miembros, incluso este de Cultura. En una comparecencia on line, a la que asistí, dijo lo contrario que ahora.
Así pues, pensemos que el mejor escribano echa también un borrón y esperemos que nuestro ministro o su equipo rectifiquen de inmediato.