De Felipe González a Pedro Sánchez
Cuando Felipe González ganó las elecciones de 1982 me tocó hacer la portada de El Periódico de Catalunya. “Felipe barre” fue el titular a toda página. No era para menos: 202 escaños, la mayoría absoluta más grande de la democracia. Hace menos de un año, en cambio, Pedro Sánchez llegó al Gobierno con el número de diputados más bajo: 120.
Con todo, no es la diferencia más importante de entonces a ahora. González encarnó la concordia y la reconciliación entre españoles, y su mayoría absoluta sirvió para hacer cambios necesarios, pero sin dinamitar símbolos pintorescos e inocuos, como el yate del dictador Francisco Franco, que llegó a utilizar en un veraneo. Lo que sí hizo fueron gestos importantes, ya antes de gobernar, como abjurar del marxismo, y hasta después, en el Gobierno, como aceptar la pertenencia a la OTAN, de la que Javier Solana llegó a ser Secretario General.
Aquellos años contrastan enormemente con estos otros de Sánchez, en que predominan el enfrentamiento, la división y el antagonismo entre españoles, con un Gobierno que se apoya hasta en Bildu, sucesor político de quienes asesinaron a muchos ciudadanos, incluidos significados socialistas. Tiempo, éste, en el que una sedicente ley de Memoria Democrática nos dice qué debemos recordar y qué no y cómo deben ser nuestros recuerdos, hasta los no vividos.
A este respecto, rememoro una anécdota de aquellos años de la Transición. El periódico que yo dirigía se enteró que entre los miembros de la junta de seguridad municipal de Barcelona habían coincidido un interrogado en los tiempos del franquismo y su interrogador (“torturado” y “torturador” fueron las expresiones que usamos). Para nuestra sorpresa fue la víctima la que se quejó del texto y del titular: “¿A qué viene sacar ahora esas cosas? No fue para tanto y además es un tema pasado y enterrado”.
Así era el espíritu de convivencia de aquella época, que nos dejó sacrificios compartidos y cesiones mutuas como los Pactos de La Moncloa, de 1977.
En cambio, ahora, no se puede pactar ni el temario de una reunión porque no hay ni reuniones para acordar nada. Sólo el revanchismo, la imposición y el intento de aniquilación del contrario. Ésa es la real diferencia entre Felipe González y Pedro Sánchez.