Positivismo en tiempos de pandemia
Vivimos en una época que, sin haberlo podido imaginar jamás, estamos pasando a la historia, muy al pesar de todos los habitantes del planeta.
Desde aquí, presentar mis respetos y mis condolencias a todas las personas que se hayan visto afectadas por esta trágica situación.
El objeto de este artículo no es otro que un ejercicio psicológico y emocional un poco complejo, que trata de buscar el lado positivo o las cosas positivas que se pueden sacar a pesar de todo lo malo que ha ocurrido durante estos últimos meses.
Con el fin de demostrar mi respeto a los afectados, me gustaría decir que no dejo de lado lo negativo, ni intento olvidar todo lo malo que ha ocurrido durante este año y que ocurrirá en los meses que se avecinan. Simplemente ofrecer una visión que a mí me ayuda cada día a renovar la ilusión que tanto me caracteriza y que fui perdiendo a partir de aquel 13 de marzo, pero que poco a poco he ido intentando recuperar. Es cierto que el humor me ha ayudado en todo momento, por eso lo introduzco en alguna ocasión, sin ánimos de ofender.
Han sido meses muy duros en el apartado emocional. Lo bueno que he recogido de eso es que se ha ganado tanto fortaleza, como, lo más importante de todo, inteligencia emocional, la gran olvidada en nuestro país (y digo nuestro país porque desconozco la situación en el resto). Algo que debería ser tratado desde la infancia en los colegios.
De los que peor parados pueden salir de esta situación son los futuros alumnos que se presenten a la Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad y les caiga el estándar en el que se pregunte detalladamente por las características de cada fase de la desescalada. Pobres.
Es duro pensar que a causa de una situación tan negativa dejamos de lado y quitamos importancia a las cosas buenas que suceden. Por ejemplo, ¿quién se ha enterado de que en la cueva Ojo Guareña (la más grande de España), en Burgos, se han encontrado pinturas rupestres con más de 12.000 años de antigüedad? Tenemos en Castilla y León un contenido histórico increíble que seguro muchos desaprovechamos pensando en que la vida es muy dura y que qué mala fortuna tenemos, que todo lo malo nos pasa a nosotros. No, lo que pasa es que hay que ir en búsqueda de lo bueno, somos nosotros quienes debemos tener esa voluntad por ser felices. No todo puede caer del cielo.
También podemos hablar de higiene. Desde pequeños se nos repite hasta la saciedad que hay que lavarse las manos y solo un bajo porcentaje de gente hace caso a esas recomendaciones si no se les está obligando. Pues bien, con esta situación hemos sido capaces de aprender la importancia que tiene lavarse las manos, mantener limpio lo que utilizamos, dejar limpios los lugares por los que pasamos, toser y estornudar de la forma más segura (ya no solo por el COVID-19, sino por el resto de virus y bacterias que hay en manos y aire) y yo considero que es un aprendizaje muy significativo y positivo que nos llevamos de lo que nos está sucediend.
Como estudiante que soy, no puedo dejar de lado los aspectos positivos de la educación. Gracias a esta pandemia, estamos aprendiendo, aunque muy a la fuerza, a sacar provecho de todas las oportunidades que nos brinda la tecnología a la hora de aprender. De la misma manera que, al reducir las ratios de alumno por clase y al aumentar el espacio entre alumnos, perdemos posibilidades de trabajo en equipo, pero ganamos en términos de atención e interacción alumno-profesor y profesor-alumno. Dado que se reducen los estímulos que favorecen las distracciones y al haber menos niños y niñas en clase, los profesores pueden prestar más atención a sus alumnos que cuando tenían el doble por clase.
Aprovechando que ha salido el tema de la Educación, se ha empezado a emplear la docencia online, la cual puede tener sus inconvenientes, pero está dotada de varias comodidades para ambos participantes de este canal comunicativo. También, las tutorías, las reuniones de los padres con los profesores y con demás especialistas de los centros educativos son mucho más cómodas y se optimiza mucho más el tiempo dentro de la vida de cada persona, por lo que es más fácil conciliar el trabajo con el resto de tu vida, sea simplemente con el ocio, la educación de tus hijos, o cualquier deber.
Esto de las reuniones telemáticas también se ha llevado a cabo en otros campos. Yo creo que es un avance muy importante, debido a que ahorraremos mucho en tiempo, en gasolina y otros términos de movilidad, así como habrá menos atascos y será más sencillo organizar el día a día.
En cuanto a la vida social, la gente a la que no le agrada saludar con dos besos, por ejemplo, se está beneficiando de la coyuntura actual y probablemente lo siga haciendo durante el resto de su vida. Parece que por fin puede entenderse que no a todos les tiene por qué gustar saludar de la misma manera simplemente por el hecho de pertenecer al mismo país y que no tienen por qué hacerlo. Barriendo de nuevo para casa y volviendo a hablar de niños, en muchas ocasiones muchos padres obligan a sus hijos a saludar a desconocidos o personas a las que no les apetece saludar, simplemente por cortesía y/o compromiso. En pleno siglo XXI, los niños puede que por fin hayan conseguido esa libertad de saludar a quien ellos quieran saludar.
Y qué decir de empezar a apreciar lo que antes no éramos capaces de valorar, como el simple hecho de dar un paseo tranquilo, de poder ver a tus amigos, a tu familia, de poder tener una conversación tranquila cara a cara y poder apartar las malditas pantallas que tan enganchados nos tienen. Como también intentar disfrutar de la convivencia con tu familia o con quien vivas, ya que se pasa más tiempo en casa del habitual y con la rutina que llevábamos antes del virus apenas se pasaba tiempo juntos.
Y aunque una de las peores cosas que nos deja el virus sea la crisis económica que se avecina, incluso en términos de economía también podemos encontrar algo positivo, y es que al haber disminuido notablemente el consumo, el ahorro, por ende, ha aumentado significativamente.
Conocer más profundamente a la gente de la que nos rodeamos día a día también es un punto a favor, aunque parezca que también vaya a incluir una connotación negativa. Digo esto porque desde el principio se nos ha intentado meter en la cabeza la idea de que de esta saldríamos reforzados y que seríamos mejores personas. Perdonen mi atrevimiento, pero yo pienso que eso es mentira. El que era malo, sigue siendo malo. Nos pasamos el día criticando las decisiones del resto en torno a la protección contra el virus cuando nosotros mismos somos incapaces de cumplir con todas las recomendaciones sanitarias, si es que cumplimos con algo. Pero, muy al pesar de los de arriba, la táctica de culpar de todos los males al pueblo, conmigo no cuela. Si en un principio se nos miente y se nos trata como niños, la sociedad se comportará como es tratada. Ahora se exige un comportamiento señorial, cuando la población se comporta como niños. Si se nos marea, es lo que tiene. Las cosas claras y un buen trabajo, con buenas decisiones y sin mentiras desde el principio habría ahorrado muchos problemas a posteriori.
Algo en lo que también hemos aprendido es en el apartado político. Considero que ha quedado muy claro el poco nivel que tienen muchas de las personas que representan a los ciudadanos en los diferentes parlamentos de este país. Estamos en mitad de una maldita pandemia, muriendo cientos de personas a diario (cada muerte es una familia que vive una pesadilla de la que jamás despertarán) y aún vemos un gran número de personajes (porque no son otra cosa) públicos que se dedican a intentar sacar rédito de esta situación, haciendo un continuo y extenuante teatro, enfrentando cada día más a la población, creando un ambiente insoportable, lejos de la libertad y la paz, riéndose de todos nosotros, cambiando cosas por la puerta de atrás y metiendo las manos hasta el fondo del poder judicial. Si somos lo suficientemente inteligentes, sabríamos qué hacer la próxima vez que nos pongan delante de una urna.
Dejando de lado el aspecto político, del cual apetece bien poco leer a día de hoy, podemos darnos cuenta también de que hemos sido capaces de dar la importancia que merece y reconocer que está ahí algo que siempre parece que olvidamos que existe: la muerte, la realidad más cierta de nuestro futuro. Vivimos complicándonos, quejándonos, con egoísmo y queriendo ser algo idílico que nunca podremos ser, en lugar de disfrutar de la vida, de las pequeñas cosas que nos brinda cada día. Quizás de esta hayamos aprendido que hay que disfrutar como diría Leiva: “Como Si Fueras A Morir Mañana”.
Este virus también se ha tomado el permiso de poner a la humanidad en su sitio y hacernos más humildes. Algo microscópico, que no somos capaces de observar a simple vista, ha puesto en jaque toda la salud y toda la economía de un planeta entero. De esto podríamos aprender que no podemos creernos los más listos, que nos queda mucho por mejorar.
Y qué narices, no hay mejor excusa para no quedar con alguien que no te apetece ver que decir que tienes mucho respeto al virus y que al disminuir tu contacto social, por precaución, no puedes verle.
Quiero lanzar una pregunta al aire: ¿Alguien sabía parar y tomarse un momento para descansar y/o para pensar si las cosas se están haciendo bien o mal? No creo que mucha gente fuese capaz, yo el primero. Con el confinamiento se me paró todo y a día de hoy sigo intentando llevarlo de la mejor manera posible, seguro que tanto para mí como para el resto ha sido muy difícil. Este virus ha conseguido hacernos parar y darnos el tiempo que necesitábamos y que nosotros mismos no sabíamos darnos.
En conclusión, debemos pensar que la vida nos ha dado una oportunidad para frenar, conocernos a nosotros mismos, mejorar en inteligencia emocional, conociendo, identificado y controlando nuestras emociones. Pero, sobre todo: aprender, aprender y aprender. Eso es la vida.
Jorge Caballero Ruiz es estudiante de Grado en Educación Primaria en la Universidad de León