Como hayas hecho la siembra así recogerás...
Antes aprendíamos historia pero ahora hablamos de humanidades y debe ser porque nos falta humanismo, cuyo aprendizaje se da en la mal definida asignatura de humanidades. En España el humanismo parece sumergido en la vulgaridad, y camino de sumergirse en la barbarie. “Ser lúcido y español siempre provoca tristeza”, son palabras de hace años de Arturo Pérez-Reverte, pero yo añadiría que a la larga ayuda a evitar malos entendidos.
España ha contribuido grandemente a forjar la historia de la humanidad y peso mucho con apellidos aragoneses, catalanes, castellanos, gallegos, extremeños, navarros, vascos o andaluces. No se pueden citar los pecados sin citar las virtudes. El continuismo decimonónico que hizo el franquismo del reinado de los Reyes Católicos y el Imperio en pro de su legitimización no estuvo tan mal, aprendimos historia, como el arrasamiento cultural de los ministros progresistas. Como consecuencia hemos sido avocados a un país de analfabetos y sin memoria por parte de personajes infantilistas, aculturales y falso progresistas snobs que han asumido la falsa leyenda negra de la colonización, de la Inquisición, de las falsas guerras de secesión por sucesión y de otros períodos de nuestra historia desde la ignorancia sin cuestionarse quién levantó tales ofensas a nuestra memoria, y ha sido una barbaridad.
Si los protagonistas de nuestra historia que han construido la historia de la humanidad, la historia del mundo como lo conocemos, - como Viriato, Indibil, Mandonio, Adriano, Trajano, Séneca, San Isidoro, Recaredo, Leovigildo, Recesvinto, Colón, Cortés, Pizarro, Roger de Lauria, Roger de Flor, Blas de Lezo, el Gran Duque de Alba, el Gran Capitán, Almanzor, el Cid, Jaime I, Alfonso VI, Pedro I, Alfonso X, los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II, Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, San Vicente Ferrer, Blas de Lezo, Palafox, etc., - creemos que no existen dentro de nosotros estamos equivocados. Somos ellos, están dentro de nosotros. Han forjado el espíritu de la nación donde vivimos, el espíritu de España y por ende del mundo occidental. Cualquiera de ellos si hubiera sido anglosajón sería un héroe mundial y los artistas de opereta se pegarían por se protagonistas de su historia y su recuerdo. La historia de España no es más que la historia del mundo moderno.
Se habla alegremente en estos tiempos que la historia es plural. Pues no es así, tan sólo las interpretaciones de las interpretaciones con fines legitimistas son plurales. Los hechos ocurren, los testigos de un mismo hecho sólo presentan testimonios dispares. La historia la hacen los historiadores como las matemáticas los matemáticos. La historia reescrita por los plumillas de siempre al servicio de intereses plurales es la historia que corre por ahí y la solemos ver en la tele, además de la que se impone a la juventud desde muchas autonomías. La historia hecha con rigor narra hechos asépticos que ocurrieron con lugar, hora y fecha, en un contexto limitado y global.
El legado de España en el mundo es admirable e inimaginable por sus consecuencias y esto no lo puede negar nadie, pero si ocultar. La cristiandad no existiría si no se hubiera descubierto América y parado a los turcos en Viena y en Lepanto. Por ello debemos conocer la historia del Reino de España que es lo que es, mal que pese a unos pocos desinformados y estar orgullosos de toda ella y de lo que han sido capaces nuestros antepasados no tan lejanos de los que muchos llevamos sus apellidos. Los hechos ocurrieron dentro de una dinámica global, en un momento dado, y no podemos interpretarlos desde un punto de vista actual sino dentro de su contexto y menos apropiárnoslos para legitimar ideas políticas actuales. Se puede ser nacionalista territorialista dando el callo ahora, pero no reclamando el callo que dieron otros en otra época, eligiendo los hechos de la historia como el que va a una gran superficie. Los españoles necesitan conocer quiénes son y de donde vienen además de saber de lo que son capaces de hacer en común.
El hombre empezó a ser hombre cuando empezó a hablar y a transmitir sus vivencias; entonces se distanció cualitativamente del mono o del orangután y por supuesto de los caballos, de bambi y de las tan socorridas ratas. Aunque cuando más se distancia el hombre del mono, cuando mejor habla y se comunica y mejor expresa sus deseos y pensamientos parece que queremos volver atrás, en otras palabras, distanciarnos, olvidar nuestro real pasado común, nuestro presente, sentimientos que el mono no tiene, sino sería capaz de expresarlos con palabras y conocimiento. Algunos parece que prefieren tener por súbditos o ser súbditos de simpáticos monos. Los romanos decían “ut sementen feceris, ita metes”, es decir, “como hayas hecho la siembra, así recogerás”. Estamos a tiempo de plantearnos si somos monos, o a quién seguimos y a quién damos nuestro voto para que nos defienda.