Todos hemos visto en series o en películas norteamericanas hablar constantemente de recortes presupuestarios que hacen que se reduzcan sueldos y prestaciones de las administraciones públicas. Es más, en algunos casos se llega a paralizar el funcionamiento gubernamental (Government shutdown), situación que no es tan excepcional, pues ya ha sucedido 19 veces desde 1976, batiendo el récord con los 35 días de cierre durante la Administración de Donald Trump.
Es que el dinero no llega para todo y hay que recortar por algún sitio, aunque el hecho suponga un carajal de mil demonios. Para evitar situaciones como ésas, en nuestro país la palabra recorte es tabú y preferimos endeudarnos hasta las cejas antes que dejar de gastar un céntimo. E, incluso, a los mínimos recortes o estancamientos que se han producido durante los últimos años se atribuyen todos los males sanitarios actuales y de otros servicios públicos.
Las cosas no van a cambiar, pese a la crisis económica derivada de la pandemia y sus terribles secuelas. Mientras batimos récords de deuda y de déficit públicos, seguimos con una política expansiva de gasto, según todas las filtraciones de los borradores presupuestarios y esta vez con la bendición de la Unión Europea, que nos da 72.000 millones a fondo perdido y casi otros tantos en préstamos muy favorables.
Pero hecha la ley, hecha la trampa, porque esos 72.000 millones no son ingresos producidos por nuestra economía y su finalidad es gastarlos, sí, pero en medios sanitarios —por culpa del covid-19 y nuestra escasez de estructuras de salud pública—, en la reconstrucción económica, en el desarrollo de la digitalización y de energías renovables y, en definitiva, en salir del agujero y echar los cimientos de la necesaria recuperación económica.
Lo que no está previsto, en cambio, es que siga aumentando el gasto improductivo de miles de asesores, subvenciones estrafalarias y chiringuitos varios donde ubicar a amigos y paniaguados. A esa tentación, también filtrada de las cuentas públicas, va a estar atenta la Unión Europea, que no está dispuesta a que el sacrificio conjunto no se corresponda con una utilización adecuada de los recursos. Ahí, en ese concepto, en ese diferencial de actitudes, si se quiere, aparece la palabra recorte, que esta vez no se aplicará, por supuesto, a todo lo imprescindible para salir adelante, pero querámoslo o no sí se utilizará para los excesos totalmente inadecuados en tiempo de crisis.