No sé si Valle Inclán, su creador literario, o los editores de los libros antifranquistas del mismo sello, se identificarían con lo que está pasando, pero sin duda contemplarían el espectáculo con deleite y sumo interés.
Me estoy refiriendo no solo a la pandemia del Covid-19, que ya es bastante espectacular y trágica, sino a lo que está sucediendo en la escena política, en este caso ruedo, que se las trae y mucho. Ver los toros desde la barrera, siempre ha sido cómodo, pero esta vez el toro salta al tendido y amenaza, de hecho ya lo está haciendo, con cogernos a todos.
Y no vale lo de coger al toro por los cuernos, anti faena manida, sino que hay que torearlo y cuándo ya no de más de sí, matarlo de un estoconazo en todo lo alto. Claro que la faena tiene o debe ser, con las dos manos, esto es con la izquierda y con la derecha y, a veces, con las dos juntas.
Quizá esta sería la forma ideal, pues los ayudados por alto al inicio y sobre todo al final templan al toro para mandarlo y finalmente ejecutar la suerte suprema que es el remate con el que se triunfa y cortan las orejas.
Mucho dudo que nuestros políticos tengan los mínimos conocimientos artísticos para afrontar con éxito el gran reto de los presupuestos y no digamos los graves problemas de la inmigración de las plateras, una auténtica tragedia humana, o las no menos graves discrepancias en materia educativa.
Y, sobre todo, la crisis económica, social y cultural que el Covid-19 está produciendo. Un toro que habrá que seguir lidiando aunque lo echen al corral. En todo caso, como dicen los taurinos "que Dios reparta suerte", que, sin duda, falta va a hacer.