El futuro incierto en la tauromaquia
Hablar del futuro es hablar de lo que no existe, de lo que ha de venir, dice su significado, pero también de lo que creemos que va a venir, esto es de lo incierto y gaseoso. Por ello el futuro de la fiesta de los toros, la tauromaquia como ahora se la llama, tiene todas las interrogantes que se deseen poner, buenas y malas, positivas y negativas, o lo que es lo mismo, un porvenir que no se sabe y que se ignora todavía, al igual que todo lo que va a suceder en ese intemporal futuro.
No obstante, hay puntos de partida sobre los que hay basarse para hacer pronósticos y es, ante todo, lo que ya existe, esto es el presente con datos incuestionables. Unamuno decía que "procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado", para lo que debemos partir de la elocuencia de los datos incuestionables existentes, el primero de los cuales es el número de profesionales que se dedican o quieren dedicarse a ejercer el oficio, difícil y arriesgado de torear.
Veamos, según el registro general de profesionales taurinos, hay inscritos casi 10.000, 9.993 exactamente, con un aumento paulatino que llega a un 35% sobre los que había en 2007. Este dato es significativo ya que, si la fiesta no tuviera futuro, ¿Por qué este deseo de tantos hombres y mujeres (245), de vivir y dedicarse a ella, con el esfuerzo y riesgos que ello supone?
Sin embargo, a este aumento de profesionales, no se corresponde el de festejos, cuya disminución es a la vez significativa, como es el caso de las corridas de toros que han pasado de 953 en 2007 a 349 en 2019. Y bajando de año en año, aunque este 2020 hay que considerarlo en blanco por la pandemia.
Pero para mí, lo más preocupante es que las novilladas, que son la base y el futuro de la fiesta, puede decirse que tampoco levantan cabeza. Así vemos como las novilladas con picadores, en las que actúan lo futuros matadores de toros, no pasaron de 222 aunque subieron un 2,3% respecto a 2018 mientras las novilladas sin caballos descendieron un 14,2%. Y estas sí que son la verdadera cantera de la fiesta.
¿A qué se debe todo esto? Sin duda hay varias causas, la primera de ellas y más importante es la económica, ya que en esencia una novillada con picadores tiene un coste de base muy similar a una corrida y su atractivo es muy inferior lo que inhibe a los empresarios a su organización, salvo que lo afronten organismos públicos como los ayuntamientos con cargo a su presupuesto lo que cada vez es más difícil y polémico.
Pero las cosas son como son y, sin duda, sin un esfuerzo coordinado de iniciativa privada y pública, es muy complicado que salvo en las grandes ferias cuyo ceremonial está garantizado al menos hasta ahora, la base de los festejos de promoción como son las novilladas, levante el vuelo y evite su desplome, ya que como dijo Drucker "la mejor forma de predecir el futuro es creándolo". ¿Seremos capaces?
De momento hay un dato elocuente, y es que los festejos populares, que también son tauromaquia, no sólo no descienden, sino que se mantienen: 16.615 en 2019 con aumentos en algunas comunidades autónomas, salvo en Aragón que tuvo un descenso notable. Esto demuestra, que este otro tipo de fiesta tradicional cautiva y atrae y, en definitiva, mantiene viva esta otra faceta de la tauromaquia, en cuyos encierros y capeas los lances y recortes también derrochan arte y sobre todo valor.
Y esperemos que en el 2021 no tengamos sobresaltos y venga con temple y galanura. Feliz Año a todos.