Acabo de leer varios libros de periodistas de mi generación, es decir, que vivieron de una u otra manera la transición del franquismo a la democracia. Y de su lectura se infiere que, políticamente hablando, es el fenómeno más importante de estos últimos 45 años.
Si no se hubiera producido como se produjo, los coletazos de la dictadura aún habrían dando guerra y una violencia más o menos generalizada podría haber tenido lugar. En vez de eso, se produjo el insólito harakiri del franquismo y todas las fuerzas políticas de uno y otro signo apostaron por la reconciliación nacional y un futuro sin vencedores ni vencidos. Eso, digámoslo ya, es lo que ha permitido un larguísimo período de paz y convivencia.
Ahora, cuando los supervivientes de la generación que hizo esa transición no tienen ya ni voz ni mando, hay en el poder otra generación que no vivió aquellos acontecimientos, pero que es fruto de ellos. Son los que ahora cortan el bacalao y que viven, mandan y ordenan gracias a las libertades que les fueron dadas, antes incluso de que algunos de ellos nacieran.
Pues bien: muchos de esa generación que vive a cuenta de una transición que no hizo, en vez de considerarla un logro ajeno del que se han beneficiado, la reputan como una traición —¿a qué, cómo y en qué condiciones?— y prefieren hacer tabla rasa de la concordia conseguida.
En lugar de la conciliación y la armonía, optan pues por el revanchismo y la desavenencia. Es decir, desean destruir todo nuestro reciente pasado —y no sólo sus símbolos más ominosos, según las sucesivas leyes de memoria histórica—, desde la actual forma de Estado, hasta las libertades civiles, pasando por las instituciones de la democracia que, enfática e hipócritamente, dicen defender, pero en cuyo advenimiento no participaron.
Lo que no dicen los nueves reyes del machito es que la única ley que ellos respetan es la ley del embudo, que les permite hacer las cosas que niegan a los demás y seguir así reproduciéndose con unas reglas de juego que sólo benefician a quienes en vez de haber hecho la transición se aprovechan de ella.