Después de las barbaridades que ha dicho el Sr. Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno, sobre la democracia española, uno ya no sabe si está en sus cabales o lo que quiere es que todos hablen de él. Yo creo que son las dos cosas, porque decir que no estamos en una normalidad democrática es tanto como asegurar que su ascenso al Gobierno es anormal, lo que puede que tenga razón.
De nada sirven los continuos desmentidos de los demás ministros que han opinado al respecto, algunos de forma contundente, puesto que eso al Sr. Iglesias le da igual, ya que él erre que erre no va a cambiar de opinión ni va a reconocer sus errores, ni por supuesto a sacar la pata, ya que como ha dicho Felipe González, todos la metemos y la sacamos, pero respecto al vicepresidente, Felipe quiere que no la saque, esto es, que siga en su error empecinado y obstinado.
Winston Churchill dijo: un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”, lo cual es totalmente aplicable al Sr. Iglesias ya que su fanatismo es de libro y poco cabe hacer al respecto.
Sin embargo, hay algo que cada vez resulta más chocante, ya que, si lo que dice un ministro, y él lo es por partida doble, obliga al Gobierno con base al principio de solidaridad, ¿Cómo es posible que el presidente del Gobierno no lo desautorice expresamente? Yo estoy convencido que en privado seguro que lo ha hecho, sin embargo, lo que todo el mundo espera es que lo haga en público, por aquello de que quien calla otorga.
Es evidente que estas manifestaciones del Sr. Iglesias están haciendo un daño tremendo e irreparable al prestigio de España también a nivel internacional y así, hasta el ministro de Exteriores ruso ha hecho suyas dichas declaraciones cuando reprochó a Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Común y también vicepresidente de la misma, que también en España había presos políticos o que no teníamos una democracia plena cuando se le criticó la situación de Navalni.
En fin, apoyarse en que haya dirigentes catalanes encarcelados o huidos por infringir la ley para cuestionar nuestra democracia, es tanto como decir que es necesaria la impunidad de sus actuaciones delictivas para que la democracia sea plena, lo cual es todo lo contrario.
Hemos visto como hace pocos días, concretamente el 6 de enero, miles de seguidores de Trump, todavía presidente, asaltaron el Capitolio, templo de la democracia americana y a nadie se le ha ocurrido cuestionar dicho régimen en ese país, puesto que la referida actuación no quedará impune, como tampoco quedarán o han quedado muchas otras similares, como nuestro 23-F.
Precisamente la democracia es normal y plena cuando sus poderes reaccionan ante las violaciones de la ley y la justicia se aplica con toda su eficacia, como ha ocurrido con los responsables de los incidentes del procés. Para el Sr. Iglesias una democracia es normal cuando las violaciones de este tipo quedan en agua de borrajas y esto sí que sería no solo una anormalidad democrática sino la ausencia de ésta.
Que tenga cuidado el Sr. Iglesias, puesto que él tampoco es intocable y no sería extraño que en alguno de los numerosos procesos que se siguen a él o a su partido, termine teniendo que dar cuentas a la justicia.
Mi admirado Murphy ha dicho que no le atribuya nunca a la malicia lo que puede explicar la estupidez. Yo creo que hay más de lo segundo que de lo primero en lo dicho por el Sr. Iglesias, aunque sea en electoralismo ramplón y barato.