Parece que no aprendemos nada de nada. En estos días, seguimos poniendo en riesgo la salud a cambio de realizar actos políticos que les interesan a los políticos, mientras estos nos imputan la responsabilidad de la tercera ola de la pandemia.



Estoy cansado de que los responsables de la situación, por su falta de acción, nos trasladen la culpa a los ciudadanos que, por otra parte, de forma mayoritaria, somos cumplidores de la norma y, diría yo, que sumisos, mientras los auténticos responsables de la situación no asumen su culpa.



Mientras nuestros políticos se dedican a decir, hacer y dedicarse a la estupidez, existen formas de salir de la crisis social, económica y sanitaria, existen modos de hacer las cosas diferentes a las que estamos haciendo.

Si en lugar de disputas, o discusiones baldías, comenzamos una reducción del gasto político, de forma que, sin cambiar la estructura diseñada en la constitución, nuestros políticos cobren exactamente el 50% de lo que cobran en este momento, podríamos disponer de más de 400 millones de euros en las comunidades autónomas, otros 340 millones más del Estado y, aproximadamente, 570 millones de las diputaciones y ayuntamientos; es decir, con la reducción a la mitad sólo de los sueldos de los políticos, tendríamos un ahorro de 1.310 millones de euros que, destinados a la ayuda a la economía y la sanidad, podrían salvar vidas de los ciudadanos.



Esta reducción debe de ir acompañada de una reducción, al menos igual, cuando no la supresión absoluta, de gastos en políticas no esenciales y, sobre todo, en organizaciones y organismos absolutamente innecesarios, como las embajadas de las comunidades autónomas, que suponen 1600 millones de euros en políticas exteriores, que ya hace el Estado.



Así mismo, en la medida que evitemos el gasto duplicado, e incluso triplicado, de organismos y administraciones dedicadas a la misma actividad, el ahorro que podríamos alcanzar sería de un 3% del PIB.



Con estos ahorros podríamos realizar políticas sanitarias y de apoyo a la economía productiva que, en el momento presente, no se están realizando, de forma que la ayuda al "perrito sin alma" seria efectiva, ejemplarizante y digna, frente a una política canalla, miserable y ruin de los partidos actuales, que sólo piensan en sus intereses.



Si, unido a esta reducción del gasto político o superfluo, que con un estudio mucho más sesudo, a buen seguro, resultarían cifras aún superiores, se realizasen políticas de reducción de impuestos, con las que se permitiese a la economía acomodarse a la situación actual y posicionarse mejor para, en el momento en que podamos, empezar la recuperación y reconstrucción económica realizar esa operación de forma más rápida, sólida, solidaria y firme para que efectivamente todos salgamos juntos, más fuertes y con ilusión a la normalidad que, más pronto que tarde, llegar.



En este tiempo, en lugar de discutir sobre las políticas sanitarias limitadas a la limitación de los derechos de los ciudadanos, deberíamos realizar test masivos mensuales que permitan la detección de la infección, el confinamiento del infectado, pero la actividad normalizada para el sano, al que sólo habrán de imponerse distancias sanitarias, medidas preventivas con las mascarillas, gel hidroalcohólico, control de temperaturas y de aforos, para por otro lado realizar una labor efectiva de control de aquellos que incumplen las medidas, sin criminalizar al resto de ciudadanos que cumplimos con ellas.



Así mismo, la política sancionadora, en lugar de limitarse a la multa, debería de permitir que el incumplidor prestase servicios a la comunidad para resarcirla de su incumplimiento y, dado que precisamos rastreadores, podrían, previa formación, desarrollar esa labor y/u otras que, siendo precisas, no se realizan, como la limpieza de carreteras, u otras como cuidado de personas asistidas, discapacitados o mayores con necesidad de compañía.



Sin gastar ni media neurona, en el presente hemos expuesto medidas positivas que podríamos realizar y cuyo beneficio social es muy elevado, pero nuestros políticos, en lugar de actuar en positivo, de trabajar por defender la salud y la economía, lo hacen por su salud y su economía, en la actitud más deplorable que se puede mantener. La desafección de la política no existe por una falta de interés en ella, sino por el nivel intelectual, moral y ético de la ralea que se dedica a ella.



Si poderse se puede y no se hace, sólo puede ser debido a tener unos dirigentes mononeuronales, lo que debería de suponer su destitución inmediata y, si realmente no son incapaces mentales y no lo hacen, son unos miserables repugnantes... tú decides!