De niños, y también de mayores, la figura del lobo siempre nos ha impresionado y, a pesar de los espectaculares programas de Rodríguez de la Fuente, le seguíamos teniendo sumo respeto, forma edulcorada de llamarlo miedo y, por ello, cuando se hacían cacerías para dar con él y abatirlo, todos, especialmente en las zonas rurales, respirábamos aliviados si conseguían su objetivo.
Y es que, el lobo, además de depredador en el sentido de matar para alimentarse, lo es también en su peor significado, que es matar por instinto, digamos asesino, eliminando a sus presas sin ninguna razón que lo justifique.
Ahora, ante la disminución de ejemplares del lobo, canis lupus ibérico, nuestros responsables, es un decir, en la materia, han acordado, bien es cierto que, por la mínima, iniciar los trámites para considerar al lobo especie protegida, con lo que su caza, en teoría, quedará prohibida para desesperación de los ganaderos que sufren los estragos de esta alimaña y, entre ellos y de forma muy acusada los ganaderos de reses de lidia.
¿Qué hacer entonces? Ante esta difícil situación, hay algo que quizá los protectores del lobo no han caído en cuenta y es que de acuerdo con el artículo 1º de la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, que declara a la Tauromaquia Patrimonio Inmaterial de nuestro país, la selección y crianza del ganado de lidia está considerado parte integrante de dicho patrimonio. Por ello, esta protección no sólo ha de tenerse en cuenta, sino que, a mí juicio, debe prevalecer sobre la declaración del lobo como especie protegida, al igual que cualquier otra que pueda también declararse.
Entiendo, por tanto, que las asociaciones ganaderas, deben invocar esta prioridad de derechos para evitar e impedir que el lobo campe por sus respetos, al menos por las ganaderías de bravo.
De todas formas, hay un dicho que nos debe poner en guardia que es que “en diciembre y enero para el lobo el hombre es cordero”, ya que, según pareceel lobo viene para quedarse.
Defendámonos pues y evitemos que el desaguisado de los animalistas prospere, o ¿Es que acaso las presas del lobo no son dignas de protección o como ellos dicen no tienen también “derechos” ?, máxime cuando constituyen el sustento de tanta gente del campo que se va a ver seriamente perjudicada en las zonas donde el lobo tiene su territorio.
Un episodio más de los excesos que el animalismo está dispuesto a cometer en sus delirios de no sólo equiparar a estos animales con el hombre, sino, incluso, darles un mayor cobijo y protección.
Al menos, Jorge Luis Borges, le dedicó unos bellos versos, “Esta noche, el lobo es una sombra que está sola y que busca a la hembra y siente frío… No basta ser cruel. Eres el último… Hoy te cercan los hombres que siguieron por la selva los rastros que dejaste, furtivo y gris en la penumbra última”. ¿No sería ello suficiente para saciar su sed animalista?