La semana pasada dedicaba mis reflexiones a las elecciones catalanas, y quiero en esta, hacer una autocrítica, (algo que se resisten a hacer los líderes políticos), y analizar públicamente mis aciertos y mis errores de hace ocho días.
Y debo comenzar ratificando mis dos afirmaciones fundamentales: sigo sin comprender por qué el TSJC no aplazó la convocatoria, y me reafirmo en las anomalías democráticas que rodeaban a la convocatoria.
Respecto a la inoportunidad de la convocatoria basta comprobar que la abstención rozó el 48%, el voto por correo alcanzó cifras impensables, más de 20.000 de los elegidos por sorteo para formar las mesas electorales intentaron excusar su presencia. En contra de mi pronóstico, las mesas se cubrieron sin especiales problemas, (al menos que hayan trascendido al público) y el recuento electoral terminó a una hora prudencial. Esperemos que las cifras de la pandemia en la próxima semana no nos hagan arrepentir.
Sobre las anomalías democráticas denunciadas por el vicepresidente segundo, me vuelvo a ratificar en cuanto publiqué el viernes pasado. Antes de ayer mismo, el vicepresidente Iglesias se ratificaba en el Congreso de los Diputados en su afirmación, recordando la situación de los golpistas condenados, del fugado Puigdemont y del rapero condenado por la justicia, mientras dos escaños a su derecha Pedro Sánchez le recordaba que España está entre las 23 democracias reconocidas en el mundo, algo que no gustó al podemita, que obviamente no aplaudió al presimiente.
También hablaba yo de un triple empate y las cifras (33-32-32) me han dado la razón. La perversa ley electoral catalana premia a las provincias menos pobladas y menos evolucionadas en las que son mayoría los independentistas, en detrimento de las más europeas y evolucionadas: y así, en Gerona y Lérida, de los 32 escaños, 21 fueron para los independentistas, 6 para el PSC, 3 para la CUP y 2 para Vox.
La gran sorpresa ha sido el resultado obtenido por Vox: el crecimiento estaba previsto, pero ni ellos mismos pensaban en llegar a los 11 diputados en el mejor de sus sueños. Por ello, nobleza obliga, lo primero que quiero hacer es felicitarlos, porque si la victoria en votos y escaños ha sido para el PSC, la victoria moral es sin duda para Vox. Y es que han tenido la habilidad de capitalizar el voto constitucionalista, los despojos de los votantes de Ciudadanos, y el descontento de los votantes del PP como consecuencia de una muy poco acertada campaña de los Populares, a pesar de contar con el mejor candidato. Las agresiones independentistas, intolerables en democracia, hicieron el resto.
Ahora corren el riesgo de pensar que todo el monte es orégano olvidando que lo ocurrido en Cataluña y más en estas circunstancias, no es extrapolable al resto de España. Se estrena en el Parlamento Catalán con 11 escaños y 215.000 votos.
No puedo ocultar mi sorpresa, por la victoria del PSC: quien ha sido responsable de la peor gestión de la pandemia vírica del mundo occidental, con casi 100.000 muertos a su espalda, y corresponsable de la peor crisis económica y social sufrida en España, es “castigado” con el mayor respaldo electoral en plena crisis; es algo digno de estudio... salvo que Iván Redondo haga público cómo lo hace. La verdad es que lo del jefe de Gabinete de Moncloa es un personaje digno de estudio. Obtiene el mejor resultado del PSC, con 33 escaños, (tenia 17), y gana 38.000 votos.
También me ha sorprendido la subida de la CUP. Algo preocupante si tenemos en cuenta lo que subyace detrás de estos antisistema. Pasan de 4 a 9 escaños, perdiendo 8.000 votos.
La debacle de Cs era algo cantado. A pesar de la resistencia de Arrimadas, su futuro a medio plazo será la integración en el PP. Tiempo al tiempo. Las veleidades de su lideresa y su huida a Madrid tras Albert Rivera llevan a ello. La debacle le hace perder 30 de sus 36 escaños, y más de un millón y medio de votos.
Y no voy a eludir los resultados del PP: la verdad es que el PP nunca estuvo muy fuerte en Cataluña, especialmente desde que Aznar entregó la cabeza de Vidal Cuadras a Jordi Pujol a cambio de su respaldo presupuestario. Y es una pena, pues todos los autores coinciden en que Alejandro Fernández, candidato del PP, era el mejor de cuantos concurrieron a las elecciones.
Pero mi impresión es que los pésimos resultados obtenidos son fruto de una mala campaña electoral (excepto los debates entre los candidatos), de la filtración de la Fiscalía de la inminencia del juicio de Bárcenas utilizada hasta la extenuación por el PSOE, sus socios y los medios subvencionados.
Es un tema al que la actual dirección del partido es absolutamente ajena, y por qué ocultarlo, las referencias a Vox comparándoles con Bildu, y a las cargas policiales del 18/O, han sido un tremendo error que han molestado a los tradicionales votantes del PP y a los huidos de Cs y los permanentes desprecios a Vox, han llevado a quienes eran los tradicionales votantes del PP a elegir entre la abstención, a lo que animaban también el miedo al virus y a los violentos comandos independentistas, o votar directamente a Vox, que ha hecho una campaña sin complejos. Pierden uno de sus cuatro escaños y 108.000 votos.
Evidentemente el PP debe abrir un periodo de reflexión y replantearse sus relaciones con el resto del centro derecha. Y eso no se soluciona con un cambio de sede. La convención nacional anunciada por Casado puede ser un paso en la buena dirección.
Entre los grupos independentistas, por primera vez ERC se ha situado por delante de JxCAT, que ha sufrido una sangría de votos, 180.000, de los que 76.000 se han ido al PDcAT.
¿Y al final, qué?
Pues una Cataluña ingobernable, si los partidos independentistas cumplen su compromiso de no pactar con el PSC, y el candidato Illa su promesa de no pactar con los independentistas. Estamos de nuevo ante el eterno bucle catalán. ¿Quién incumplirá sus compromisos? Quizás Iván Redondo podría contarnos el final de la película. Mucho me temo que habrá un cambio de cromos: ERC gobernará en Cataluña con el respaldo del PSC, mientras en Madrid Pedro Sánchez contará con el apoyo incondicional de ERC.
De todas formas, no se puede aceptar que más del 50% de los catalanes hayan votado independentista. La opción más votada, a buen seguro mayoritariamente constitucionalista, ha sido la abstención, y los independentistas no llegan al 50 % de los votos emitidos, que no es lo mismo que de la población catalana. ¿Está claro? Pues eso.
Hasta la semana que viene.