Entrevistas taurinas
Como no hay toros en las plazas, proliferan las faenas fuera de ellas, como son las declaraciones, artículos y, sobre todo, entrevistas a quienes tienen algo que decir sobre la situación de la Tauromaquia.
El día 4, Domingo de Resurrección, el experto y sagaz pero siempre constructivo y bienintencionado, Santos García, comentaba la entrevista a Morante de la Puebla en ABC, y casi coincidiendo con ella Simón Casas, empresario de Las Ventas, entre otras plazas, hacía unas enjundiosas declaraciones sobre la situación de la plaza madrileña, primera del mundo, en las que igualmente abordaba cuestiones de rabiosa actualidad taurina.
En ambas entrevistas las críticas no faltan: Morante haciendo comparaciones con otros espectáculos, incluidos los políticos, como el Congreso de Diputados, donde no se cumplen, según él, las distancias exigidas por la autoridad sanitaria y Simón Casas, quizá con ánimo más constructivo, resaltando que la fiesta de los toros es única en su capacidad de supervivencia cuando dice que el teatro, el cine y otros espectáculos artísticos, no habrían sobrevivido con los criterios tan estrictos que se aplican a las representaciones taurinas. Pone de ejemplo, el amigo Simón, que en los toros se regulan en los pliegos de condiciones de las plazas públicas, que son la mayoría, hasta el precio de la Coca-Cola.
Simón Casas, ex torero y conocedor de la tauromaquia, señala, creo que, con acierto, que dichos pliegos de condiciones encorsetan de tal manera al espectáculo taurino, que hace muy difícil conseguir su rentabilidad para el empresario adjudicatario. Esto es, exige una libertad sin la cual no puede desarrollarse la fiesta como arte y manifestación cultural que es.
Yo añado a todo ello que, si el torero es un artista, resulta difícil de entender que se ponga por ejemplo límite de tiempo a su faena, es como decirle a Beethoven o a Falla cuanto debe durar una sinfonía o un concierto. La creación debe ser libre y solo el artista puede y debe valorar la realización de su obra, aunque luego se someta al criterio público.
Simón Casas, en definitiva, manifiesta que está luchando denodadamente por superar las dificultades que al rigor sanitario se une el no menos grave de las concesiones administrativas. Y hay que creerle, pues su vocación taurina está fuera de dudas desde cuando como capa acudía a las capeas de los pueblos, entre ellos el mío, Ciudad Rodrigo, como puso de manifiesto en su pregón del Carnaval del Toro del año pasado, último celebrado.
Pero volviendo también a Morante, hay algo que tiene toda la razón del mundo: los poderes públicos están obligados, por ley, a proteger y difundir la fiesta de los toros o tauromaquia, como ahora se la llama, tal y como dispone la Ley 18/2013, que la declara patrimonio cultural inmaterial español.
Se dirá, no obstante, que frente a ello dichos poderes públicos están también obligados a proteger también nuestra salud, lo que nadie discute, pero se entiende mal que en unas comunidades autónomas se exija, como señala Morante, unos requisitos muy estrictos como en Andalucía, mientras en otras como Extremadura se empiecen a permitir corridas de toros como ha sucedido en Almendralejo, con gran éxito para Emilio de Justo.
En definitiva, volviendo también a Simón Casas, lo que sobran son críticas de los propios taurinos y faltan apoyo oficial y compresión de las autoridades competentes.
En fin, el mano a mano Morante - Simón Casas, no deja desperdicio y constituye un alivio intelectual para esta época de parálisis.
Que Dios reparta suerte, dicen los toreros, a lo que también nos unimos los aficionados, pero si la suerte no nos acompaña y está ya echada, como al pasar el Rubicón en la famosa frase de Julio César: encomendémonos para que no nos sea adversa.