Mamás
Vivimos unos días en los que se están poniendo programas de televisión en los que una madre dice que su hija, menor de edad, se convertía en ángel y diablo, contando momentos de tensión en la familia, de una familia rota, con problemas mentales, económicos, de dignidad, de vanidad y de violencia que, sin perjuicio de las acciones legales que puedan desarrollarse, deben de resolverse en privado, pues de otro modo, el lucro y la rapiña de las productoras y de los políticos oportunistas, exprimirán la basura hasta depurar el putrefacto coctel y la darán a servir a una sociedad que, como los marranos, disfruta con revolcarse en la mugre.
En los veintitantos años que junto letras, me desnudo, me presento, dejo patentes mis posiciones y valoro el momento en que vivo, con dureza o suavemente, a gusto o disgusto de los que puedan alcanzar mis grafías, con acierto o errado, pero pocas veces he identificado las personas que criticaba en la cercanía, en contadas ocasiones he sido expresamente hiriente en lo personal y mucho menos he expuesto a mis amigos, familiares, de no ser para hacer una valoración positiva para ellos, pese a que, como toda persona, pueda llorar, sufrir, reír, disfrutar o padecer con los míos.
Si unas personas han despertado en mi la máxima admiración y veneración han sido mis padres. Una pareja que siempre pedalean juntos, que nos son dos bicis, sino un tándem perfectamente sincronizado que no chirría, que funciona y transmite siempre un univoco mensaje, el que nos dieron a sus hijos, a los que, no sin esfuerzo, sacrificio, dolor, lágrimas y todo tipo de avatares, nos inculcaron el valor del respeto, la honradez, del esfuerzo, de la unidad familiar y de una vida ejemplar.
Hoy le toca a mi madre, una mujer sencilla, pequeña, simpática, risueña, que siempre me decía sonríe allá donde estés y me llamaba la atención por ir caminado con rostro serio. Siempre me transmitió que debemos de ser payasos que hacen felices a los demás, por más que ellos sufran por dentro o te arranquen las entrañas. Unamujer sin grandes estudios, pero con una inteligencia natural, un saber estar y una manera de vivir sencilla, siempre volcada en sus hijos, en su marido, en lo que es la construcción de la familia, renunciando siempre a sí misma para dárnoslo a sus hijos, con sus disgustos, sus sufrimientos, sus anhelos, sus disfrutes, sus pasiones y su vida, siempre al servicio de los demás, un alma limpia y un corazón sano que transmite esa integridad por todos los poros de su piel.
Ahora se siente orgullosa de que jamás ha tenido una discusión conmigo, que puede haber discrepado o haber tenido una posición diferente, pero en ningún caso nos hemos enfadado de verdad, pero eso se debe única y exclusivamente a su modo de ser y vivir. No puedo por menos que felicitarla y darle las gracias por ser como es y estar siempre al pie del cañón y como una gallina cubrir con sus alas a sus polluelos, dándoles calor y evitando que algo les pueda zaherir.
Otra mujer imprescindible en mi vida es mi mujer, pero sobre todo hoy, es la madre de mis hijos, la que los trajo al mundo, la que, como mi madre, siempre está al pie del cañón al lado de sus hijos, los sufre, los disfruta, los acompaña y los guía, la que jamás se presentaría en público a dañar, perjudicar, criticar, humillar o lastimar a uno sólo de sus hijos, por insignificante que fuese ese menoscabo, la que, con acierto o yerro, intenta guiarlos.
Hoy no es el día de la mujer, sino de la madre, que es una dimensión que aquella que no lo sea no puede comprender y que cambia tu forma de ver la vida, de vivirla y de desarrollar la propia siempre al servicio de los hijos, no es distinta a la del padre, pero no es igual, ella los sintió en su seno y eso conforma una relación que jamás se rompe, por más que puedan producirse desconexiones.
Igual que felicito a mi madre y le doy las gracias, lo hago con la madre de mis hijos y a todas las madres. GRACIAS.