Una corbata bien anudada
Ernest Hemingway afirmaba que "las mejores personas poseen sensibilidad para la belleza, valor para enfrentar los riesgos, honestidad para decir la verdad, y capacidad para sacrificarse, aunque irónicamente estas virtudes los hacen vulnerables; frecuentemente se les lastima, a veces se les destruye". Una cualidad indestructible de las grandes personas es la elegancia con la que la soez, la mugre y ni las ideas pueden.
La elegancia es una actitud, un comportamiento concreto frente a una situación determinada, la naturalidad con la que andamos, la facilidad con la que hablamos e incluso la destreza con la que escribimos. Es una forma de vida asimilada y no forzada, una manera de afrontar el día a día sin tener que parar a pensar que corbata escoger o cuál es el zapato que mejor combina con nuestro traje. La elegancia no es otra cosa que naturalidad, sencillez y saber estar. "No hay una segunda oportunidad para una primera impresión" decía Oscar Wilde.
La elegancia se rige por unas normas pasadas de generación en generación que separan el trigo de la paja. Nada de esto está escrito y sin embargo estas normas son la verdadera esencia sobre la que construir no sólo la base de la elegancia sino también las muestras de respeto hacia los demás.
Podríamos afirmar que estas normas no tienen que ver con una posición económica concreta sino solamente con la cultura y la educación adquirida a lo largo de los años, y generaciones familiares. La elegancia formaría parte de la herencia familiar.
La verdadera elegancia no la otorga seguir unas u otras pautas, unas u otras modas. Es una virtud tan escasa en nuestros días, que cuesta enriquecerla. Es un código de normas no escritas que han pasado de padres a hijos. Normas que se han aprendido en casa o que se han llegado a dominar observando a esos caballeros o damas que las tenían interiorizadas desde la infancia. Normas todas ellas que no aparecen en los libros de moda sino que lo hacen en las biografías de las personas más elegantes y educadas de la historia.
¿Por qué la elegancia ha encontrado y encuentra tan pocos seguidores? Esa es la realidad. La elegancia tiene, por decirlo de alguna manera, la desventaja de resultar necesario trabajar duro para alcanzarla y contar con una educación para apreciarla. Si bien la elegancia es a la par un arte y un sentimiento, también es el resultado del instinto y la costumbre.
Coco Chanel decía que "los adornos no son más que el reflejo del corazón". En este sentido la ropa podemos afirmar que es el mobiliario de la mente hecho visible. La gente desnuda tiene poca o ninguna influencia en la sociedad.
Balzac afirmaba también que "el bruto se cubre, el rico se adorna, el fatuo se disfraza, y el elegante se viste". La elegancia es sinónimo de sencillez y saber estar. El vestir correctamente no debería ser considerado nunca como una muestra de snobismo sino más bien como deferencia hacia las personas con las que se vaya a compartir el tiempo. Nuestra apariencia es una herramienta de comunicación poderosa, que envía mensajes a todas las personas capaces de ver. Todos quedarán fuertemente influenciados por la imagen visual de esa persona que conozcan por primera vez. En idioma castizo debería quedar claro que "una corbata bien anudada es el primer paso serio en la vida de un hombre". Sólo entre la gente de bien puede existir amistad, la mugre sólo tiene cómplices.