El pasado fin de semana, Valladolid volvió a demostrar que es una Ciudad Taurina por derecho propio, por mucho que algunos se empeñen en lo contrario.
En el año 2010, y tomando por buena una sugerencia de Fernando Fernández Román, nuestro grupo municipal llevó una moción al pleno de la corporación, declarando a Valladolid ciudad taurina, lo cual se aprobó, ciertamente, con los únicos 15 votos del PP y 14 en contra del PSOE e IU. No es el momento de repetir aquel debate, que pretendía reivindicar la fiesta nacional en unos momentos en que se acababa de prohibir en Cataluña y estaba siendo atacada por las asociaciones animalistas fuertemente subvencionadas. Reivindicamos que nuestra ciudad comparte patrón con los toreros, que nuestra provincia es cuna de la ganadería de reses bravas más antigua de España, y que el trofeo taurino San Pedro Regalado era el más antiguo de los que se convocaban en toda España.
Para conmemorar el acontecimiento encargamos al decano de los cronistas taurinos locales, José Luis Lera, la redacción de un pequeño libro, ilustrado por Miguel Ángel Soria, que recogiera la vida y milagros de 24 toreros vallisoletanos, e instalamos un museo del toro en unos locales anexos a las taquillas del coso del Paseo de Zorrilla.
La llegada a la alcaldía en 2015 de quien había perdido las elecciones municipales, respaldado por los concejales de Izquierda Unida y Podemos, ambos declaradamente antitaurinos, provocó que quien presumía de haber querido ser torero en su juventud y no llegó a maletilla, tuviera que ceder a las exigencias de quien le hacía alcalde perdedor, y entre ellas, a retirar el título de ciudad taurina a Valladolid, suprimir la subvención a la mini feria de San Pedro Regalado, renunciar a la convocatoria del trofeo del mismo nombre, cerrar el Museo Taurino, local al que no han sido capaces de dar utilidad alguna después de seis años, y por negar la colaboración del Ayuntamiento con los toros, hasta retiró el camión municipal que regaba la plaza después del tercer toro. Los aficionados recordarán aquel grito de “con León teníamos camión”, pronunciado por uno de los presentes al aparecer la manguera con la que había que regar el albero ante la negativa del Ayuntamiento a ceder el camión de riego. Y es que para ellos la cultura no está en los toros sino en la exposición blasfema montada con las hostias consagradas robadas en un sagrario para escribir “pederastia” como si esta lacra fuera privativa de los curas. Como veis, su parecido con el presimiente Sánchez es manifiesto.
Pues a pesar de todo cuanto antecede, el fin de semana pasado los vallisoletanos demostramos que nuestra ciudad no renuncia a seguir siendo taurina a pesar del Gobierno municipal, y fuimos varios miles de aficionados los que, 637 días después de la última corrida nos acercamos al coso del Poseo de Zorrilla, en una fecha nada habitual, pues se programó para San Pedro Regalado, pero la limitación del aforo lo hizo inviable, y a una hora tampoco usual, las 8 de la tarde.
No voy a hacer aquí la crítica de las faenas, pues ya lo han hecho con mejor pluma y conocimiento taurino quienes los tienen por profesión, pero terminaré haciendo unos comentarios colaterales.
En primer lugar, es de justicia felicitar a la empresa por su valentía, organizando festejos taurinos que muy pocos se atreven a organizar. Vaya pues por delante mi agradecimiento y felicitación a Toño Matilla por su decisión de organizar carteles de tronío. Y a los seis matadores que dieron de sí cuanto pudieron, y especialmente a los que el domingo torearon bajo un auténtico vendaval, y muy particularmente a El Juli, qué toreó en unas condiciones climatológicas imposibles que por momentos justificaba la suspensión del festejo, algo que la presidencia reconoció generosamente en la concesión de los trofeos.
Y cómo no, a la afición que aguantó, contra viento y marea, y nunca mejor dicho, las inclemencias metereológicas, pero como siempre hubo quien dio la nota, ignorando las recomendaciones que se repitieron varias veces por la megafonía, negándose a ponerse las mascarillas, lo que provocó alguna intervención policial. Por cierto, las dos corridas se iniciaron con la interpretación del Himno Nacional por parte de la banda de música, lo que mereció un fuerte aplauso de la concurrencia. Y como anécdota simpática, el grito de “Viva Ayuso” que pronunció un aficionado cuando Pablo Aguado brindaba al público y qué mereció también la ovación del respetable.
En fin, y para concluir y que a algunos les pese, Valladolid sigue siendo una Ciudad Taurina, y lo será por muchos años.
Hasta el viernes que viene.
P.D.: Antes del Himno Nacional, que ya es habitual que lo interprete la banda de música, se guardó un minuto de silencio por mis colegas Pepe Rabadán y Zósimo de Gregorio; dos médicos que ejercieron durante años en la enfermería de la plaza de toros.