Hace tiempo que nadie piensa en la navaja española o si lo hace es románticamente recordando romances de famosos bandoleros. Las grandezas y servidumbres que nos cuenta la historia de esta arma o herramienta son muy difíciles de concretar. Algunos datan su origen en la Hispania romana pues los legionarios hacían uso de tal artilugio. Se habla de ella también en tiempos de Alfonso VIII y que desde entonces ha servido a un pueblo que la aceptó de manera incondicional y generalizada. Un pueblo que por otra parte no cesó de ser atacado e invadido a través de toda su pasada y agitada historia. Por tanto, fue imprescindible para poder autodefenderse, para poder subsistir y continuar sobreviviendo a los acosos e injusticias de los poderosos, los invasores y el oportunista o aprovechado.
Fue una encubridora de aventuras y uso solapado como dijo el poeta: hembra fiera y solapada del cuchillo. Los franceses en 1808 tenían gran dificultad, en sus requisas y continuos registros, para descubrir estas armas colaboradoras de las secretas y patrióticas ideas de los españoles. Las cosas que hacen grande al hombre son el conjunto de sus miserias y pecados con sus cualidades y virtudes. Por eso la navaja española fue acompañante inseparable y cotidiana, y nos habla del carácter español indómito, en busca de justicia y que siempre tiene esa sensación de ser marginado de la grandeza de los acontecimientos y busca algo a lo que aferrarse para poder subsistir desde abajo. En busca de una mala, rápida y efímera justicia ante unas leyes que han manifestado, casi siempre, una animadversión a que el pueblo llano se encontrase armado o se pudiera defender.
Hoy en día, la navaja se ha convertido con un carácter multiuso en afable y bondadosa. Ha evolucionado tanto en el campo como en la ciudad. Corta el nudo rebelde, abre la correspondencia, nos sirve para apretar un tornillo, y a falta de cualquier tijera nos sirve para cortar, entre otras cosas nuestro tan bendecido chorizo, salchichón o jamón. Pela la fruta, y es diestra en apañar un buen bocadillo. La mutación puede que tan sólo obedezca a que hoy en día disfrutamos de mayores niveles de seguridad ciudadana y defensa jurídica, incluso a la desaparición del oficio de cuchillero y afilador y a que algunos han cambiado la navaja por su pluma o lengua viperina.
En la actualidad alentamos otras cualidades humanas a pesar de que el honor y el valor parecen de otros tiempos y son una necesidad de entendimiento y salud ciudadana para reducir la codicia, el egoísmo y las inminentes calamidades de todo tipo que nos acechan. Promover la bondad, la trasparencia y la calma hace que lo que nos rodea evolucione, y caminemos en la dirección de erradicar lacras como la pobreza, el odio y la indiferencia irresponsable, causantes de muchas tragedias.
Bertolt Brecht afirmaba que "hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros hombres que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles". Necesitamos cada vez más a personas de buena voluntad, honestas, tolerantes, pacientes, amables y compasivas, que con su ejemplo hagan que estas cualidades lleguen a ser cotidianas y constantes pero que no se olviden de cortar como una navaja.