“La gloria di colui che tutto move/ per l´universo penetra, e risplende”, que cantó Dante Alighieri, cuyos versos a tantos nos han guiado por la “selva oscura” de la vida. Y es que según me cuenta quien el sábado estuvo en la novillada matinal de Vic-Fezensac y como por la tarde comprobé en la novillada de Toro, los astados de Raso de Portillo no se merecen menos, porque ciertamente su gloria penetra el universo y resplandece, bellísimos de estampa y con el trapío por bandera y sobrados de casta y codiciosos en el caballo y comiéndose la muleta al embestir y, francamente, sin prestarse a las florituras ni permitir un error, porque en Francia (insisto: según me ha contado quien estuvo) aperrearon a los tres novilleros mientras “Tela” explicaba en Toro a Manuel Diosleguarde que los rasos exigen el toreo por abajo, ofreciendo a cambio las orejas.
Caramba con los hermanos Gamazo y con su señor mayoral: dos novillos de vuelta al ruedo el mismo día, así en Toro como en Vic-Fezensac. Si alguien quiere hacernos creer que esto responde a la casualidad, pues ese alguien debería de tomar nota de que no se ganará la vida como vendedor de crecepelos. Los taurinos sabrán lo que hacen.
Así pues, merecidísima la vuelta al ruedo que se dio a “Tela” y merecidísima también la que a continuación se ganó “Bellotito” de Valdefresno, novillo al que el jurado declaró triunfador y vuelta hurtada por el presidente, posiblemente por juzgar excesivo dos vueltas al ruedo seguidas. Sin picar y lidiado de aquella manera, “Bellotito” se fue para arriba a pesar de todos los pesares, creciendo y creciendo para honor de su encaste, dando cuanto le pedían y ofreciendo muchísimo más, calidad que Guillermo García aprovechó (sin apurarla) con la muleta y malogró con la espada, aciertos y desaciertos en lo que insistió con el quinto, “Colito” de Paco Galache, a quien aplicó una serie de siete naturales de frente y a pies juntos francamente memorable. Más noblote que noble, derribó al caballo y se llevó por delante a un monosabio que se jugó la vida defendiéndolo. Qué mérito el de esos hombres.
Por su parte, Valentín Hoyos lució calidad con sus dos novillos, respectivamente de El Pilar y José Cruz, enclasadito y bravo pero alcanzado de fuerzas el primero, que en los lances iniciales (de rodillas) se le fue al pecho, y mentiroso el segundo, prometiendo lo que no tenía, bonito, serio, apretado y con la cara arriba, muy bien picado. Hoyos le buscó las vueltas, pero ya se sabe: “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.
Cuando miré el reloj eran las tantas, tantas que a mí y a quienes me regalaron su compañía se nos hicieron cortas, y conste que compartí la tarde con la flor y nata de los taurinos de Cuéllar, nada menos que Paco Salamanca y los peñistas de “El Encierro”. En la gloria resplandeciente de los astados de Raso de Portillo y Valdefresno, triunfo de Manuel Diosleguarde, momentos estupendos de Guillermo García y buenas sensaciones las despertadas por Valentín Hoyos, por encima de un lote deslucido. Dos novillos-toros, dos: qué grande es la Fiesta cuando sale el Toro, escrito así, con mayúsculas de admiración. Olé por sagas de criadores del bravo tan entregadas como las de Gamazo y los Fraile.