Por más que las "mentes indigentes" se empeñen en señalar a VOX y a Santiago Abascal como un partido y un dirigente fascista, yo en momento alguno he visto a Santiago defendiendo el fascismo, ni a VOX proclamándose nacionalsocialista; pero, por el contrario, sí he podido ver y escuchar a Pablo Iglesias y su jauría defendiendo el comunismo y proclamándose defensores del comunismo, así como fervientes defensores de la "caza de fachas" o de "dar de hostias" -perdón por la expresión- a los que no piensan u opinan como ellos, resultando sorprendente que, los demócratas, estén generando cinturones sanitarios a VOX o promoviendo la declaración de "persona non grata" a Santiago, pero aplaudan y loen las barbaridades del machista alfa de Iglesias.
Desde hace ya tiempo, vengo defendiendo la necesidad cierta de una colaboración, unidad de acción, acercamiento, e incluso una refundación del centro derecha democrático de este país; es decir, la reconstrucción del partido que construyó Fraga y desarrolló Aznar, en el que se aunó todo el espectro político de la derecha, desde la más radical a la más moderada, en torno a un común denominador que les permitió desarrollar lo que hoy se conoce como Partido Popular y del que se han ido desgajando, paulatinamente, sectores más centrados, más a la derecha o de diferente visión de lo que debiera de ser el programa político regenerador que les puede unir.
Los ciudadanos estamos cansados, hastiados y hartos de políticos que acuden a la vida pública a servirse, que utilizan la palabra según les convenga, que la mentira o la media verdad, que es aún peor, sea lo que les desarrolle, que obtengan lucros injustos sin capacitación ni capacidad de trabajo para ello, que obtengan prebendas que les permitan vivir del cuento toda la vida, que no busquen el bien común, sino su común bien en el que se unen todos.
España necesita una derecha democrática, seria, firme, sin complejos, sin histrionismos o planteamientos crispados, sin miedos, pero con la mano tendida al diálogo y el consenso; sin renunciar a su esencia, que dé valor a la palabra, a la honradez, al trabajo frente a la imagen, que desarrolle un trabajo y tenga un trabajo al que regresar, que esté dispuesta a no dejar ninguna batalla por cumplir, ni ningún abrazo por ofrecer, que construya controles al poder, lo detente quien lo detente, que la democracia se vea fortalecida y defendida por ella.
No es aceptable, ni deseable, ni permisible, que el PP, con su abstención, permita que una moción de la izquierda tilde de "persona non grata" a Abascal, como no puede insultar al que luego le da el apoyo, como no puede ser que uno y otro desprecien a los pequeños que buscan la unidad, o que Abascal no tenga una conversación fluida con Casado.
Siempre pensé que es preciso que algún partido, sin expectativas de poder, sirviese de "mamporrero" entre PP y VOX, que quemase sus naves en la labor de intermediación, pusiese su inteligencia, voluntad y futuro en servir de engranaje y aceite por el que discurrir las ruedas de ambos partidos hasta obtener un frente común ante la izquierda radical, emboscada hoy en el poder, generando el enfrentamiento sentimental, que es el más difícil de derribar.
La sociedad civil, las instituciones, movimientos, estructuras civiles, deben de ser las que fuercen a los partidos a cumplir los objetivos que la sociedad les marque y no viceversa; debe de ser quien retuerza las voluntades de los dirigentes de los partidos para que estos sirvan a sus ciudadanos y no ser sirvan de ellos. Es evidente que la estructura política democrática que nos hemos dado es la partitocrática, pero esos partidos deben de ser forzados por la sociedad civil a cumplir sus promesas, defender sus valores y dar curso a sus hojas de ruta y, ahora mismo, los ciudadanos quieren, desean, buscan, un modo por el que el centro derecha encuentre un modo de colaborar, de construir y generar una estructura que les permita aunar las voluntades frente al adversario común.
Siendo esta la única voluntad de la sociedad civil, es preciso de un grupo de personas, un partido o una institución que sirva de catalizador y que, en silencio, tranquila y sosegadamente, trabaje por la confluencia de los líderes y la unidad de acción.