Hemos conocido la entrevista realizada al Papa Francisco en la que exhorta a la reconciliación de España con su historia, demostrando que, en el Vaticano, se ha perdido la brújula.
Santidad, le rogaría que antes de hacer manifestaciones como que "España tiene que dar un paso de reconciliación con la propia historia", que es algo cierto, lo enmarque de forma correcta y no se deje llevar de las manipulaciones de los lugareños catetos.
En esta España nuestra, la Iglesia ha tenido mucho que ver con la historia no sólo nacional, sino también internacional, con la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, en la reconquista, en el desarrollo y cuidado de la cultura, la literatura, la pintura, la escultura y la arquitectura, en la generación del Derecho de Indias y de los Derechos Humanos, en la modernización patria, en la transición democrática, así como en la acumulación de tierras, en la inquisición persecutora del judío, rémora en las modernizaciones.
En una simplificación, a buen seguro discutible, la Iglesia como objeto de persecución de las hordas marxistas en la España republicana fue fulcro preciso para la generación de las dos Españas, como fue fiel preciso para su superación en la transición; si bien, también, ha sido nido de víboras en los que nació la ETA y el independentismo catalán, que contradicen de forma flagrante los principios religiosos fundamentales del Derecho a la Vida, que se somete al derecho al terruño o el de igualdad de los hombres ante Dios, para sustituirlo por las razas autóctonas de unas inexistentes naciones o pueblos diferenciados del Español.
Por tanto, alguien debió de informar al Papa de que la reconciliación se produjo en 1978 y que si es verdad que la Iglesia apoyó el anterior régimen, que la defendió del marxismo asesino, también es cierto que sin la Iglesia no se hubiere podido realizar la transición y sin la Iglesia no hubiera existido el terrorismo de ETA; así que, a lo mejor lo que hace falta es que la Iglesia se reconcilie con su historia, con sus fieles y con Dios, preocupándose mucho más por sostener los valores, defender los principios y la existencia de Dios en el mundo y menos en jugar a la política, para ponerse en manos de los que alardean de su laicismo y de su falta de valores humanos y, más aún, sobrehumanos.
Cada vez que desde un púlpito se ha defendido la unidad de España, como algo histórico indiscutible, han salido los ultra izquierda a criticar al cura, como cuando la Iglesia ha defendido sus posiciones morales en el aborto, en el divorcio o en el matrimonio homosexual, se les ha tildado de retrógrados obstruccionistas por la progresía de plexiglás, con el sonrojo de unos y otros, o la falta de respeto de ambos, pues igual que los católicos mueven un autobús con la evidencia de que "los niños tiene pito y las niñas vulva", la extrema izquierda los agreden o persiguen por una "homofobia" que se observa con las gafas de colores que algunos intentan imponer.
Finalmente, cuando un obispo se fuma un porrito y afirma la existencia de un derecho a decidir contra la Ley, la norma, el Estado y el marco jurídico democráticamente constituido, se loa su homilía como moderna y reconciliadora.
De verdad ¿hemos perdido el "oremus"?, si con lo que costó conseguir la reconciliación precisa para construir la democracia española, ahora llegan los curas y no le explican al Jefe que sin ellos no se entiende el pasado, el presente y, muy posiblemente, ni el futuro de España y que, efectivamente, España debe de reconciliarse con su historia para defender y ensalzar la cultura judeo cristina que nos hizo prosperar, no vamos a progresar y le harán errar.