Ciertamente no era fácil programar las ferias de este año por los condicionantes motivados por la pandemia y la inestabilidad de las medidas que la Junta iba dictando en función de la evolución de los datos epidemiológicos. El año pasado no hubo fiestas y este año se prodigaban por doquier las fiestas no fiestas en multitud de localidades, que al final se traducían en macro botellones callejeros, desórdenes públicos y agresiones a la policía.
El Ayuntamiento de Valladolid anunció su programación, condicionada a la aprobación por parte de la Junta de Castilla y León que ya había advertido que habría limitaciones, lo que motivó la suspensión de los grandes conciertos en la Plaza Mayor, que siempre fueron el plato fuerte las ferias, pero cuyo caché era incompatible con la limitación a 1000 personas impuesta por la Junta, y un acceso a los mismos un tanto alambicado. Se suspendieron los grandes conciertos y se mantuvieron grupos y actuaciones de segundo nivel que podían perfectamente haber sido suspendidos también. El acceso a las localidades tampoco fue un acierto y hubiera era sido mejor haber cobrado algo para evitar aquello de que de lo que no cuesta… y luego no utilizarlas.
Mi confinamiento por razones personales en Simancas no me ha permite asistir a ninguno de los festejos de la feria, pero he procurado seguirlos a través de los medios, las redes y mis propios amigos y familiares por lo que mi juicio sobre los festejos puede no ser muy acertado. Por cierto, Simancas “Villa de la Música” ha superado con creces con sus conciertos a los de la capital, y desde aquí quiero felicitar a su ayuntamiento.
Y si los conciertos de la Plaza Mayor son el plato fuerte, los carruseles del Real de la Feria lo son para los más pequeños y esto no parece haber ido del todo mal. Al menos espero que los feriantes hayan podido salvar los muebles. Por cierto, el montaje del pregón otro despropósito populista sin precedentes. La oferta teatral, privada casi siempre, aceptable… en las actuales circunstancias.
Otro de los grandes atractivos de la feria Vallisoletana era la Feria de Día, que lamentablemente tampoco se ha podido montar este año en su formato habitual por culpa del virus… y de la Junta. Desde la Asociación Provincial de Hostelería se ideó un sucedáneo, con unos precios de consumición discutibles, seguro que muchas veces justificados por la calidad de las tapas y del servicio. Pero claro, que salga el alcalde diciendo que la calificación que han dado los hosteleros al sucedáneo es de sobresaliente… vamos como la gestión de SuperSanchez con la pandemia. Y decir que, con ello, han salvado el año a la hostelería … Ciertamente el ayuntamiento ha tomado una serie de medidas en apoyo de la hostelería que es de justicia reconocer: ampliación de terrazas, suspensión de tasas, tolerancia de horarios; son decisiones que aplaudo sin reservas. Ahora, poquito a poco habrá que negociar la vuelta a la normalidad.
Y dejo para el final mi referencia a lo que ha sido, muy a pesar del ayuntamiento, el gran éxito de las ferias aunque ni siquiera figurara en los programas oficiales: la feria taurina. La empresa de la plaza de toros ha montado una mini feria taurina de muy alto nivel, por lo que quiero felicitarla. La limitación de aforo impuesta por la Junta condiciona los carteles a pesar de lo cual la empresa arriesgó… y triunfó. Dos espléndidas corridas de toros, de las que pude ver una en televisión, con un previo concurso de cortes y un cierre de gala con una de rejoneo a cargo de los Hermoso de Mendoza y Sergio Galán. Esperemos que en San Pedro Regalado podamos volver al coso del Paseo de Zorrilla y que Valladolid recupere su título de ciudad taurina su Museo del Toro y su Trofeo De San Pedro Regalado que fueron, entre otros, los peajes que tuvo que pagar Oscar Puente para acceder a la alcaldía después de perder las elecciones en 2015.
En resumen, unas ferias sin pena ni gloria de la que tan sólo se libran los festejos taurinos.
Hasta la semana que viene