Se estrenaba anoche en Salamanca la ópera ‘Comuneros’, espectáculo itinerante de trasfondo histórico que consuma el elenco de actividades promovido por la Fundación Castilla y León, bajo el título 'El tiempo de la libertad. Comuneros V centenario', para conmemorar la compleja revuelta acaecida en el viejo reino de Castilla a principios del Renacimiento español.
Pese a que el acto se anunciaba como ‘inauguración mundial’, sorprendió la escasez de autoridades regionales en el Centro de Artes Escénicas y de la Música de Salamanca (CAEM): el presidente de las Cortes de Castilla y León, Luis Fuentes; el consejero de Cultura y Turismo de la Junta, Javier Ortega; el presidente del Consejo Económico y Social de CyL, Enrique Cabero…
Las llamativas ausencias se debieron quizás al hecho de que la representación recorrerá a partir de ahora las ocho provincias restantes de la comunidad autónoma; de manera que es comprensible que cada cual trate de asistir a la ópera en su propia provincia. Sin embargo, el número de asistentes general fue casi de lleno absoluto.
El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, salmantino, a buen seguro habría estado presente en la representación a no ser porque la inauguración le ha pillado en Valencia, en la convención organizada por el PP durante este fin de semana para apuntalar el liderazgo de Pablo Casado e impulsarlo hacia la presidencia del Gobierno en los próximos comicios generales.
Diversas facciones comuneras
Dejamos para los entendidos la crítica literaria sobre el libreto, la música y la representación. La obra pone el foco sobre tres personajes históricos: el cardenal Cisneros, regente entre 1516 y 1517 tras la muerte de Fernando el Católico, asendereado por la muerte mientras aguarda a traspasar la corona al futuro Carlos I de España y V de Alemania; la reina Juana, controvertida figura femenina, maltratada por los principales hombres de su vida, su padre, Fernando el Católico, su marido, Felipe el Hermoso, y su propio hijo, Carlos; y el comunero toledano Juan de Padilla, erigido en líder máximo de la sublevación.
La denominada Guerra de las Comunidades de Castilla fue un hecho histórico de múltiples aristas, cuya interpretación varía notablemente en función de la ideología desde la que se ponga el foco. Uno piensa que fue mayormente una revuelta de nobles de segundo nivel y burgueses, insatisfechos con un sistema que privilegiaba sobre todo a la alta nobleza en materia de impuestos y que en lo político restaba influencia a las ciudades en favor del poder real.
La actual comunidad autónoma de Castilla y León, con unas Cortes democráticas hoy que de algún modo son herederas de aquellas Cortes medievales, ha elegido este hecho histórico como principal seña de identidad. De ahí el elenco de fastos con el que se está conmemorando este año aquella desdichada efeméride.
El problema en nuestros días no es ya el rey, sino los propios intereses de las diversas facciones comuneras, que no son otras que los partidos políticos con representación en el actual parlamento regional. Luego, cada facción está escindida en bandos, como perfectamente se aprecia en estos momentos en el PP de Valladolid o el de Salamanca.
Nuestros Padillas, Bravos y Maldonados son al presente Fernández Mañueco, Francisco Igea, Luis Tudanca… Y tras ellos, una amplia recua de personajes esperando su oportunidad, poco más o menos como en aquella España grandiosa, mísera y brillante de principios del siglo XVI.
La revuelta comunera, fracasada en abril de 1521 en Villalar, acabó triunfando a la postre en el régimen democrático de la Constitución del 78. Y por eso se la festeja por todo lo alto, se convocan congresos, se encargan óperas, etcétera.
Fórmulas políticas nuevas
Pero el sentimiento de insatisfacción, por unas causas u otras, anida siempre en determinados sectores de cualquier sociedad. Existe hoy también insatisfacción general con la labor de nuestros comuneros postmodernos. De ahí esas fórmulas políticas nuevas, como la de Por Ávila, que canalizan en formaciones locales de nuevo cuño el anhelo ciudadano.
Este mismo fenómeno está emergiendo asimismo en Portugal, donde recientemente se han celebrado elecciones municipales y en ciudades importantes, caso de la vecina Guarda, ha salido victoriosa una formación local similar a la que lidera Jesús Manuel Sánchez Cabrera en la provincia abulense.
Así pues, uno malicia que estamos a las puertas de una nueva revolución comunera. Fernández Mañueco lo sabe bien. Y ahí estriba una de sus grandes preocupaciones. Porque muchos de estos nuevos partidos tienen su origen en las escaramuzas internas del propio PP.
Con nuevos Por Ávila en otras provincias y la presión de Vox por la derecha, al PP de Castilla y León se le complicarían muchísimo las cosas en esas elecciones autonómicas anticipadas que se barruntan.
Conque, como se cantaba anoche insistentemente en la ópera comunera, seguiremos escuchando el ¡Viva Padilla!