En estos días se celebran los días de la familia en la iglesia católica, que promueve que hombre y mujer dejarán a sus padres, se unirán en uno solo y crearán una nueva familia.
Ese se unirán no es una visión o concepción sexual, que por supuesto también, sino una expresión de una conexión de ambos para desarrollar un proyecto de vida, previamente conformado en el noviazgo, con el que dotarse de una familia en la que desarrollarse como personas.
La pareja se puede asimilar a una empresa, se inicia con uno grupo de personas que presentan una idea, crean un plan de negocio, comprenden que es un proyecto viable y constituyen una sociedad. Pues bien, la pareja son dos personas que se atraen, contemplan conexiones comunes, planean un proyecto de vida y, finalmente, se casan.
La firma de la escritura de sociedad se asimila al matrimonio, pues una empresa claro que puede funcionar sin la firma de la escritura, pero ni la forma, ni el desarrollo, ni mucho menos la implicación, es igual; como claro que se puede desarrollar una pareja sin matrimonio, pero ni la forma, ni el desarrollo, ni los derechos, ni la implicación, son iguales; de forma que, el que no firma aquello en lo que cree, o no cree o tiene una reserva mental, del tipo que sea, que le impide asumir los riesgos y consecuencias de la sociedad, o del matrimonio.
La familia puede surgir como un tándem perfecto en el que ambos esposos pedalean a igual ritmo o como dos bicicletas que cursan el camino juntas, que podrán surgir discrepancias, pinchazos, desvíos de la vía, pero al final, ambas circulan en el mismo pasaje, en el mismo plan de vida. Si una de las bicicletas se dedica a hacer paradas en el trayecto para estar con otras bicis o cambia el ritmo, la calzada o no persigue el mismo plan de vida, existirá cariño, afecto... pero, ya no son familia.
En una sociedad cada socio debe desarrollar sus potenciales, cumplir sus compromisos, ser capaz de presentar los errores que observa, implicarse en el proyecto creado, pues si no le preocupa, no le pone nervioso, no le afecta el desarrollo de la sociedad, no acepta la existencia de errores o sus compromisos lo son para sí, serán una buena pandilla de amigos, pero eso ya no es una sociedad.
Si un miembro de la familia precisa apoyo, ayuda o simplemente un gesto, los demás deben de cursar en ese sentido; pues, de otro modo, cada uno se lame sus heridas, y la familia sufre con el que sufre, está con el que lo necesita y le afectan los sentimientos de los que la forman. Si el dolor de uno no le importa al resto, o no les afecta como propio, eso no es una familia, sino una unión de intereses limitados. Pues en otro nivel sucede en la sociedad, en la que si un socio precisa ayuda o sufre de un momento de falta de implicación, deben de ser los demás socios los que le apoyen, pues si no es así, el único interés es el mercantil, efectivamente será una gran sociedad, pero carecerá de la empatía precisa en toda obra humana.
En los Recursos Humanos existen dos formas de actuar, aplicando el do ut des y empatizando con las necesidades del trabajador-empresa según el puesto que se ocupe, o con una aplicación estricta de la ley. En la primera se desarrolla la sociedad, se implican sus componentes y se solventan los problemas en colaboración; en la segunda se cumple la norma, pero las soluciones generan daños y perjuicios de difícil solución, generando la falta de implicación de los miembros y la simple búsqueda del dorado que impide generar el mismo con el ansia con el que se busca.
En la familia, como en la sociedad, importan las personas, sus componentes, si generamos luchas de clases, sexos, posiciones o enfrentamientos personales, nos cargamos la familia, la sociedad y, finalmente, el proyecto. El dilema es libertad o lucha.